Lisa Kubiske
Embajadora de los Estados Unidos de América
Embajadora de los Estados Unidos de América
Hace diez años, el 11 de septiembre de 2001, extremistas violentos mataron a casi 3,000 personas inocentes en una serie de ataques brutales en los Estados Unidos, incluyendo cuatro hondureños. Las vidas de familiares y amigos fueron alteradas irremediablemente ese día, y siguen luchando con el impacto de su pérdida.
Y esto cambió el mundo. En los Estados Unidos y alrededor del mundo, estábamos decididos a superar la amenaza y restaurar nuestro camino hacia una vida mejor. Estábamos decididos – y resistentes. Nuestro espíritu se mantuvo. Hemos mejorado la seguridad, hemos prevenido los ataques, y llegamos a comprender mejor la necesidad de abordar las condiciones que lleven a las personas a creer que no tienen otro recurso que el extremismo.
Sin duda, el mundo ha cambiado, pero muchos de esos cambios nos han llevado hacia las soluciones para luchar contra las organizaciones extremistas de todo tipo que tratan de hacer valer el poder mediante el uso de asesinatos en masa. Este es el caso de los aliados históricos de los Estados Unidos – quienes han construido redes de intercambio de información más solidas para la aplicación de la ley, entre otras medidas – y de las personas en países del mundo Árabe que están abogando por un nuevo liderazgo democrático.
En los últimos diez años, aquellos que han sufrido como consecuencia de los ataques terroristas se han unido para crear políticas que promuevan la cooperación en seguridad así como la transparencia fiscal. Como resultado, la capacidad de los grupos extremistas para financiar ataques se ha disminuido. Mejorar la comunicación entre los órganos de aplicación de la ley ha llevado a la prevención de ataques múltiples y a la captura de aquellos criminales que los han planificado. También ha contribuido al desmantelamiento sistemático de las redes de extremistas como Al Qaeda. Hemos aprendido, una y otra vez, la importancia de la prevención de la violencia, en lugar de simplemente reaccionar a esta.
El mismo tipo de innovación y resistencia se puede encontrar en el pueblo hondureño, que está siendo aterrorizado por grupos de delincuentes en sus propios pueblos y ciudades.
Los narcotraficantes y los grupos de maras que los apoyan son apenas diferentes de los grupos terroristas como al-Qaeda. Ellos lanzan ataques salvajes a las personas para intimidar comunidades enteras e infundir temor en la población en general.
Como resultado, los hondureños se sienten menos seguros y sufren las consecuencias económicas de la inseguridad.
Pero incluso en mi corto tiempo aquí, está claro para mí que los hondureños están luchando – luchando con pasos hacia un gobierno más transparente, hacia la investigación y el procesamiento de casos penales, y hacia la creación de empleos y oportunidades para más y más hondureños. He visto que los hondureños resisten también, y claramente ven el camino a seguir.
El Congreso Nacional de Honduras en diciembre del año pasado tomó la importante decisión de aprobar la Ley Contra el Financiamiento del Terrorismo.
La nueva ley permite una mejor investigación de lavado de dinero y financiación del terrorismo, requiere la cooperación internacional en la incautación de activos de los grupos terroristas, obliga a la captura de cualquier persona sospechosa de financiar el terrorismo en cualquier país, y da a Honduras jurisdicción sobre los delitos de financiación del terrorismo, incluso si los actos de terrorismo no fueron planificados para el territorio hondureño.
Esta legislación no sólo ayuda a la comunidad internacional en la prevención de actos violentos en el extranjero, ésta dañará los grupos del narcotráfico que se basan en delitos como el lavado de dinero para apoyar sus actividades mortales.
Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 enseñó a los Estados Unidos y nuestros amigos en todo el mundo que todos estamos juntos en esta lucha. Mientras lloramos a aquellos que hemos perdido por la violencia, y honramos a aquellos que sirven a sus países y comunidades, reconocemos que los hondureños y estadounidenses tienen una meta en común: Deseamos vivir una vida plena de oportunidades y libre de temor. Aunque hay mucho trabajo por hacer, podemos decir con orgullo que ya estamos en el camino hacia el logro de nuestro objetivo.
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