lunes, 19 de marzo de 2012

Confianza moderada

Por Víctor Hugo Álvarez

La Conformación de la Comisión de Reforma a la Seguridad que estará integrada por cinco miembros, tres nacionales y dos internacionales, no sólo representa un paso en firme para indagar a los organismos operadores de justicia, sino que genera una confianza moderada en los distintos sectores del país que no pierden la esperanza en que pronto habrá resultados en las indagaciones que realicen los comisionados, como un paso previo para que comience a ejecutarse la justicia en Honduras.

Tres de los cinco miembros, Víctor Meza, Matías Fúnes y Jorge Omar Casco son hondureños probados en la academia y en la investigación de las causas que por siglos han generado pobreza, exclusión y enriquecimiento ilícito en el país.

La experiencia acumulada, sobre todo en el caso de Víctor Meza y Matías Fúnes, en el estudio constante de la realidad hondureña, centroamericana y mundial son una fuente de garantía, pero lo es más su impoluta trayectoria y en el caso de Víctor Meza, su personalidad tenaz en la rigurosidad del análisis científico de los acontecimientos refuerza la Comisión.

Jorge Omar Casco, un prestigiado abogado conocedor del fuero y del  foro hondureño lleva consigo el haber sido rector de la Universidad Nacional y miembro de la Comisión de la Verdad que investigó los hechos antes, durante y después del golpe de estado de junio de 2009, aunque   las recomendaciones emanadas de esa Comisión  son inquilinas prominentes del  limbo.

Pero más allá de las consideraciones sobre los comisionados y sus altos quilates, hay dos aristas que pueden derrumbar sus aspiraciones. Una es de tipo político maquillada con arreboles con olor  a presupuesto y la otra de seguridad personal de ellos.

Una de las estrategias clásicas en la historia de las comisiones hondureñas son las calculadas limitaciones presupuestarias. El ejemplo más fresco, entre otras causas aún no esclarecidas,  es la renuncia del abogado Óscar Manuel Arita  de la Dirección de Evaluación e Investigación de la Carrera Policial, DIECP. Curioso que al día siguiente de esa dimisión se asignara el presupuesto solicitado.

 Fondos hay y existen los reglones en el Presupuesto Nacional para fortalecer económicamente  a los investigadores recién nombrados, aunque esas asignaciones estén dispersas en varias planillas y, además, por ser la seguridad y la depuración de la policía un tema de interés nacional no se puede pichicatear  centaveando un presupuesto para la Comisión de Reforma y Seguridad.

Deben desaparecer los intereses políticos que ensombrecen estas investigaciones como también deben anularse los propósitos mercantilistas de los que se amparan en la impunidad para seguir haciendo fechorías en contra de la vida y la tranquilidad de los hondureños. Lo malabares  y el cálculo político no pueden  atemorizar la ansiada indagación y sus resultados.

El otro punto álgido es brindar la seguridad requerida a los comisionados, a sus vidas y las de sus familias, porque los intereses que tocarán podrían desatar  acciones inescrupulosas y los pone en peligro. Es tiempo ya para dejar atrás las amenazas y someterse a la investigación. No cabe duda que de ese peligro están conscientes los miembros de la Comisión y ellos exigirán  las medidas pertinentes que garanticen su seguridad.

Dentro de estas perspectivas se agiganta la esperanza en los resultados de la Comisión, los cuales deben ser rápidos para ampliar esa confianza. Dilatar, encubrir y postergar, por lo álgido del problema,  son verbos que no se deben conjugar en estos momentos.

Las denuncias están planteadas y los miembros de la Comisión tienen la tarea de verificarlas y tomar acciones si se comprueban las acciones de los denunciados. El marco legal que le da vida a esta junta es amplio y le concede  a los elegidos unas funciones holgadas, incluso para crear nuevas comisiones ad hoc que refuercen su tarea.

Es más, la integración de la Comisión   es un aceptar implícito que tanto la Policía, la Fiscalía y el Poder Judicial no han cumplido las funciones para las cuales fueron creadas. Ejemplo innegable de ello es que no se conocen   los autores intelectuales de la corrupción, la violencia y el narcotráfico y otros delitos lo que hace  campear la impunidad. La vulnerabilidad de esas instituciones se acrecenta por los intereses políticos y económicos  en juego e influencias ante las cuales  los comisionados deben estar vacunados.

El pueblo hondureño espera resultados pues el dolor de las víctimas de los delitos contra la vida, los derechos humanos  y la transparencia se torna inaguantable.  Hay que esperar y tener confianza, pero la espera no significa bajar la guardia y callar las denuncias. 

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