Thomas
F. McLarty, III y Nelson W. Cunningham
En momentos en que el
presidente Obama se prepara para viajar a Cartagena (Colombia) para asistir a
la Sexta Cumbre de las Américas, no podemos dejar de reflexionar sobre lo que
ha cambiado desde que el presidente Clinton auspiciara la primera Cumbre en Miami,
hace 18 años.
En aquel momento,
estábamos celebrando la ola de democracia que había barrido en el hemisferio.
Los 34 líderes elegidos abiertamente que se reunieron en Miami entendieron la
oportunidad histórica del momento para crear, en palabras del presidente
Clinton: “una comunidad de naciones comprometidas con los valores de la
libertad y la promesa de la prosperidad”. Una nueva generación de líderes
estaba lista para actuar en asuntos que abarcaban desde la reforma económica hasta
el desarrollo sostenible y la justicia social. De manera acertada, la Cumbre concluyó
el mismo día del aniversario de la adopción de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos.
Hoy en día, el panorama
político y económico de las Américas se ha transformado. Muchos de los cambios
son positivos. Desde el año 2000, unos 70 millones de personas se han sumado a
las filas de la clase media. En general, las economías de la región han crecido
en un promedio de 3,5 por ciento durante la última década, el doble de la tasa
de Estados Unidos y superando ampliamente a tradicionales potencias como
Alemania y Japón. En México, Brasil, Colombia, Chile y Perú las reformas de la
década de 1990 se han consolidado con presidentes de diferentes partidos y
tendencias políticas. La cooperación entre Estados Unidos y México es más
profunda y más amplia que nunca, como lo son nuestros lazos con Colombia, que
se ha convertido en un actor cada vez más dinámico en favor de la paz y la
seguridad internacionales. Los acuerdos de libre comercio nos unen a muchos de
nuestros vecinos; y Brasil se ha transformado en una potencia mundial cada vez
mayor, tanto en el plano político como económico.
Sin embargo, en contraste
con estas tendencias favorables existe la erosión de las instituciones
democráticas en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Los líderes de estos
países tienen a la democracia en posición defensiva. Vulneran la libertad de
expresión y de prensa, hostigan a la oposición política, acogen con agrado
visitas del déspota iraní Mahmoud Ahmadinejad, y al mismo tiempo amenazan con
boicotear la Cumbre de Cartagena a menos que se invite también a Cuba, el peor
represor de todos. ¿Qué ha pasado con los ideales de República en los que se
fundaron nuestros países?
El presidente Obama ha participado
en una serie de importantes reuniones con líderes de nuestro hemisferio: fue
anfitrión de una Cumbre de América del Norte con el primer ministro canadiense
Stephen Harper y el presidente mexicano Felipe Calderón el 2 de abril; recibió
a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en su primera visita oficial a
Washington el lunes de Pascua, y ahora viaja a la Cumbre de Cartagena.
El presidente Obama y la
secretaria Clinton han estado dedicados a las Américas desde los primeros meses
de esta administración. Gran parte de su compromiso regional hasta la fecha se
ha centrado en el crecimiento económico, lo que refleja las relaciones
hemisféricas prácticas y la necesidad de crear empleos en Estados Unidos. Pero
este también es un momento adecuado para insistir en el fortalecimiento de las
instituciones democráticas y el estado de derecho, los pilares fundamentales en
los que se apoyan la inversión, la prosperidad y el progreso.
La libertad de expresión,
la autodeterminación y las libertades civiles no deben considerarse aspectos en
los que los países están “del lado de” Estados Unidos y “en contra” de otros en
el hemisferio. De hecho, todos nuestros vecinos de la región deberían de tener
el coraje de defender a aquellos que buscan la libertad y el discurso civil. El
objetivo no es socavar la soberanía nacional, sino más bien fomentar la
estabilidad y prosperidad de la región a largo plazo, para beneficio mutuo de
todos.
La presidenta Rousseff
puede ser una aliada influyente dada su historia personal como prisionera
política y opositora a la dictadura. Históricamente, Brasil ha adoptado un
enfoque de no intervención en lo que se refiere a los asuntos internos de sus
vecinos, pero Rousseff ha sentido personalmente la mano dura de la represión.
Al mismo tiempo, el propio
ejemplo de Brasil, en su transformación de una dictadura militar a una
democracia vibrante, con el crecimiento de la clase media y al convertirse en
una voz a nivel mundial, sirve de inspiración para las Américas. No obstante,
al tener Brasil cada vez mayor influencia en el escenario mundial, ello implica
que sus responsabilidades regionales sean mayores y esenciales para el fomento
de la libertad, la estabilidad y la prosperidad en todo el continente.
El empleo, la economía y
el comercio desempeñarán un papel destacado en los diálogos del presidente Obama
con sus homólogos del hemisferio, tanto bilateralmente como en la Cumbre de
Cartagena. El éxito de la aprobación de los acuerdos comerciales con Colombia y
Panamá por la administración Obama, la participación en la creación de la
Asociación Transpacífica, y la resolución de los conflictos de transporte
terrestre entre México y Estados Unidos han generado un impulso prometedor.
Como la secretaria Clinton ha sostenido, debemos hacer que el “poder de la
proximidad” regional redunde en nuestro beneficio colectivo.
La energía es también un
espacio para el progreso y la colaboración. Estados Unidos ya recibe más de la
mitad de su energía importada del Hemisferio Occidental, y los enormes avances
de Brasil en materia energética pueden hacer que esto aumente. Además, puede
que sea el momento adecuado para la reforma energética en México, lo que
abriría sus considerables sus reservas propias. La reducción de nuestra
dependencia del petróleo que proviene de Oriente Medio claramente redunda en
interés de Estados Unidos.
Pero para concretar la
verdadera promesa de lo que el presidente Obama ha denominado una nueva era de
asociación entre iguales, el continente americano no debe ser sólo un motor de
la prosperidad, sino también un ancla de la democracia. Ya que como el Presidente
dijo en Brasil el año pasado: “Dondequiera que se prende la luz de la libertad,
el mundo se vuelve un lugar más resplandeciente”.
Thomas F. McLarty fue
enviado especial del presidente Clinton para las Américas y coordinó la Primera
Cumbre de las Américas en Miami. Nelson W. Cunningham fue asesor especial del presidente
Clinton en lo relativo a asuntos del Hemisferio Occidental. Son, respectivamente,
presidente y socio gestor de la empresa asesora McLarty Associates con sede en
Washington, D.C. www.maglobal.com.
Crédito: Este artículo fue originalmente publicado por el diario El Nuevo Herald. Usado con el permiso de los autores.
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