Por Víctor Hugo Álvarez
Casi
nadie recuerda, fuera de sus familiares y amigos, los trágicos sucesos
que enlutaron a Honduras el 25 de junio de 1975, cuando se produjeron
las masacres de Santa Clara y Los horcones en el vasto departamento de
Olancho.
Ese
fue un día convulsionado, pleno de incertidumbres e informaciones
encontradas. Éramos apenas unos mozalbetes, pero participábamos de un
grupo juvenil parroquial que, por su naturaleza, nos
aproximó bastante a los acontecimientos. Luego, con el transcurrir de
los años pudimos comprender la dimensión de los mismos.
Para esa fecha la Asociación Nacional de Campesinos de Honduras, ANACH, y otras organizaciones de
labriegos habían convocado a una marcha nacional que culminaría en
Tegucigalpa. El motivo; el mismo, el eterno problema de la tenencia de
la tierra en Honduras, cuya inequidad aún sorprende a las actuales
generaciones. No es posible que apenas un mínimo porcentaje de la
población sea dueño de las tierras aptas para el cultivo y el grueso
poblacional carezca de ellas.