viernes, 9 de noviembre de 2012

Encrucijada


Víctor Hugo Álvarez
Nunca antes en Honduras se había presentado una encrucijada electoral, de por si interesante, como a la que estamos abocados y que tendrá el final de su primera etapa  con el cierre de las urnas al atardecer del próximo domingo 18 de noviembre. En ese momento se habrá escrito una página inédita en la historia del país que abre paso a un lapso histórico diferente, con  la participación de nuevos partidos en los comicios generales del próximo año y de un pueblo cada vez más consciente de la necesidad de un cambio profundo  en la estructura económica y política que  transforme  los alarmantes indicadores  sociales dominados por la  pobreza y la exclusión.
La contienda entre corrientes internas se ha presentado  cada cuatrienio en los partidos Liberal y Nacional, para elegir a su candidatos a diputados, alcaldes, presidente y designados presidenciales que se disputaban entre si la guayaba del poder en las elecciones generales, pero sus  contendientes  tradicionales,  minúsculos y endebles,  como la Democracia Cristiana, el Partido de Innovación y Unidad y la Unificación Democrática, no pudieron  cambiar el rumbo de los procesos en los últimos 30 años, más bien se plegaron y danzan al son del bipartidismo.
Ahora, hay un signo evidente  que no debe ser desechado de la óptica de los diferentes análisis, es que el pueblo hondureño ha  comenzado a tomar conciencia de su papel protagónico en los procesos electorales. Hay una nueva visión  que impide a los políticos continuar realizando  campañas basadas en veleidades, sin propuestas concretas para la solución de los grandes problemas nacionales y la superación de la pobreza extrema en que se debate la mayoría de la población del país.
Acostumbrados como  están a incentivar la emotividad y la demagogia y no realizar  planteamientos concretos, los políticos que se arrullan en los brazos del caudillismo, el oportunismo y la perpetuidad de las  posiciones e intereses que les dictan  quienes poseen los sellos del poder en los partidos tradicionales, ante  la nueva  disyuntiva están condenados a pasar al rincón más oscuro de la historia si no cambian sus costumbres y eso, evidentemente,  los exaspera.
El escenario electoral, en esta primera etapa es novedoso, pero lo será aún más con el desarrollo de las elecciones generales donde nueve partidos se disputarán los cargos de elección popular y el solio presidencial. Esa circunstancia obliga a los políticos, sobre todo los que militan en los partidos tradicionales, a replantearse su actuar, a trazar nuevas estrategias y formular auténticas propuestas en la búsqueda de las soluciones a la grave problemática por la que atraviesa el país, pues  en gran medida son ellos los causantes de la situación actual por su ceguera y los acomodamientos que históricamente les ha proporcionado el bipartidismo.
Pese a que las circunstancian concretas exigen ese cambio,  difícil es esperar  nuevas  actitudes.  El panorama revela el porqué los políticos del bipartidismo seguirán  la  dirección del conservatismo y  las componendas del poder,  pues  de 298 alcaldes, 210  buscan la reelección  y la mayoría de los diputados que surgieron del cuestionado proceso electoral de noviembre de 2009, aspiran a conservar sus cargos. Hay  diputados que están ahí desde 1980, cuando hubo comicios para elegir la Asamblea Nacional Constituyente.
El aforismo popular señala que las mismas personas, producen los mismos resultados y para ver esos resultados, no se necesitan lupas sino la conciencia de saber que en los 30 años de la democracia formal, aupada por el bipartidismo,  el país se ha degradado; la pobreza y la exclusión han crecido, el desempleo campea forzando la migración de nuestros jóvenes.
El crimen organizado ha alcanzado niveles nunca antes vistos y  el supremo valor de la vida de los hondureños es engullido cada segundo por el monstruo de la violencia incontrolable y la ausencia de seguridad y garantías,  porque la politiquería y la corrupción minó las bases de los estamentos obligados a garantizar la seguridad ciudadana.
Todo esto vuelve expectante el panorama, pues no sólo el Partido Libertad  y Refundación, Libre, está obligado a realizar planteamientos concretos y no demagógicos, sino que las otras instituciones políticas emergentes  deben demostrar que  no están contaminadas con los vicios del bipartidismo y que realmente sí piensan en la  búsqueda concreta de soluciones para  elaborar un auténtico Plan de Nación que ilumine los senderos del anhelado desarrollo del país.
Esta en juego la democracia, como sistema político, económico y social, tolerado por el pueblo para elegir su sistema de gobierno y esto es así, porque  la conciencia crítica colectiva de la ciudadanía ha cambiado y en la actualidad hay mayor madurez en el discernimiento y eso hace proveer que de las urnas emanarán resultados distintos.
Los Obispos de Honduras también ven esa diferencia en el actual proceso y en su Carta Pastoral de Octubre pasado en el numeral 3 señalan: “A diferencia de los procesos electorales anteriores, en esta nueva jornada electoral han sido inscritos nueve partidos políticos, lo que representa un abanico de otras opciones y un enorme desafío para una democracia que, muy condicionada por el bipartidismo, no ha sabido responder  a las expectativas del pueblo”.
Por esa madurez política es que hay que confiar en que el proceso interno será transparente y se respetará la voluntad popular al momento de confeccionar las  planillas. Una mácula, por pequeña que fuere,  una maniobra de esas que hacen los tatascanes marrulleros de siempre,  puede  deslegitimar el proceso y desencadenar  una situación indeseable.
La lectura de este proceso electoral aún no concluye, el 18 de noviembre es el primer paso de un largo sendero hacia los comicios generales los cuales  han de mostrar el panorama completo sobre el cual se pueden codificar nuevos propósitos  en el caminar de la nación, pero sólo hay un protagonista  y ese es el pueblo quien  conscientemente debe hablar en las urnas señalando si quiere seguir adormecido  con cancioncitas baladíes, discursos perfumados y ausencia de propuestas o realmente  que se cumplan con sus expectativas.
 

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