Nunca antes
en Honduras se había presentado una encrucijada electoral, de por si
interesante, como a la que estamos abocados y que tendrá el final de su primera
etapa con el cierre de las urnas al
atardecer del próximo domingo 18 de noviembre. En ese momento se habrá escrito
una página inédita en la historia del país que abre paso a un lapso histórico
diferente, con la participación de
nuevos partidos en los comicios generales del próximo año y de un pueblo cada
vez más consciente de la necesidad de un cambio profundo en la estructura económica y política
que transforme los alarmantes indicadores sociales dominados por la pobreza y la exclusión.
La
contienda entre corrientes internas se ha presentado cada cuatrienio en los partidos Liberal y
Nacional, para elegir a su candidatos a diputados, alcaldes, presidente y
designados presidenciales que se disputaban entre si la guayaba del poder en
las elecciones generales, pero sus contendientes tradicionales,
minúsculos y endebles, como la
Democracia Cristiana, el Partido de Innovación y Unidad y la Unificación
Democrática, no pudieron cambiar el
rumbo de los procesos en los últimos 30 años, más bien se plegaron y danzan al
son del bipartidismo.
Ahora, hay
un signo evidente que no debe ser
desechado de la óptica de los diferentes análisis, es que el pueblo hondureño
ha comenzado a tomar conciencia de su
papel protagónico en los procesos electorales. Hay una nueva visión que impide a los políticos continuar realizando campañas basadas en veleidades, sin
propuestas concretas para la solución de los grandes problemas nacionales y la
superación de la pobreza extrema en que se debate la mayoría de la población
del país.
Acostumbrados
como están a incentivar la emotividad y
la demagogia y no realizar
planteamientos concretos, los políticos que se arrullan en los brazos
del caudillismo, el oportunismo y la perpetuidad de las posiciones e intereses que les dictan quienes poseen los sellos del poder en los
partidos tradicionales, ante la
nueva disyuntiva están condenados a
pasar al rincón más oscuro de la historia si no cambian sus costumbres y eso,
evidentemente, los exaspera.
El
escenario electoral, en esta primera etapa es novedoso, pero lo será aún más
con el desarrollo de las elecciones generales donde nueve partidos se disputarán
los cargos de elección popular y el solio presidencial. Esa circunstancia
obliga a los políticos, sobre todo los que militan en los partidos
tradicionales, a replantearse su actuar, a trazar nuevas estrategias y formular
auténticas propuestas en la búsqueda de las soluciones a la grave problemática
por la que atraviesa el país, pues en
gran medida son ellos los causantes de la situación actual por su ceguera y los
acomodamientos que históricamente les ha proporcionado el bipartidismo.
Pese a que
las circunstancian concretas exigen ese cambio,
difícil es esperar nuevas actitudes.
El panorama revela el porqué los políticos del bipartidismo seguirán la dirección del conservatismo y las componendas del poder, pues de
298 alcaldes, 210 buscan la reelección y la mayoría de los diputados que surgieron
del cuestionado proceso electoral de noviembre de 2009, aspiran a conservar sus
cargos. Hay diputados que están ahí
desde 1980, cuando hubo comicios para elegir la Asamblea Nacional
Constituyente.
El aforismo
popular señala que las mismas personas, producen los mismos resultados y para
ver esos resultados, no se necesitan lupas sino la conciencia de saber que en
los 30 años de la democracia formal, aupada por el bipartidismo, el país se ha degradado; la pobreza y la
exclusión han crecido, el desempleo campea forzando la migración de nuestros
jóvenes.
El crimen organizado
ha alcanzado niveles nunca antes vistos y
el supremo valor de la vida de los hondureños es engullido cada segundo
por el monstruo de la violencia incontrolable y la ausencia de seguridad y
garantías, porque la politiquería y la
corrupción minó las bases de los estamentos obligados a garantizar la seguridad
ciudadana.
Todo esto
vuelve expectante el panorama, pues no sólo el Partido Libertad y Refundación, Libre, está obligado a realizar
planteamientos concretos y no demagógicos, sino que las otras instituciones
políticas emergentes deben demostrar
que no están contaminadas con los vicios
del bipartidismo y que realmente sí piensan en la búsqueda concreta de soluciones para elaborar un auténtico Plan de Nación que
ilumine los senderos del anhelado desarrollo del país.
Esta en
juego la democracia, como sistema político, económico y social, tolerado por el
pueblo para elegir su sistema de gobierno y esto es así, porque la conciencia crítica colectiva de la
ciudadanía ha cambiado y en la actualidad hay mayor madurez en el
discernimiento y eso hace proveer que de las urnas emanarán resultados
distintos.
Los Obispos
de Honduras también ven esa diferencia en el actual proceso y en su Carta Pastoral
de Octubre pasado en el numeral 3 señalan: “A diferencia de los procesos
electorales anteriores, en esta nueva jornada electoral han sido inscritos
nueve partidos políticos, lo que representa un abanico de otras opciones y un
enorme desafío para una democracia que, muy condicionada por el bipartidismo,
no ha sabido responder a las
expectativas del pueblo”.
Por esa
madurez política es que hay que confiar en que el proceso interno será
transparente y se respetará la voluntad popular al momento de confeccionar
las planillas. Una mácula, por pequeña
que fuere, una maniobra de esas que
hacen los tatascanes marrulleros de siempre,
puede deslegitimar el proceso y desencadenar una situación indeseable.
La lectura de
este proceso electoral aún no concluye, el 18 de noviembre es el primer paso de
un largo sendero hacia los comicios generales los cuales han de mostrar el panorama completo sobre el
cual se pueden codificar nuevos propósitos en el caminar de la nación, pero sólo hay un
protagonista y ese es el pueblo
quien conscientemente debe hablar en las
urnas señalando si quiere seguir adormecido
con cancioncitas baladíes, discursos perfumados y ausencia de propuestas
o realmente que se cumplan con sus
expectativas.
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