viernes, 7 de diciembre de 2012

El estigma de una ciudad


Por Víctor Hugo Álvarez
Es necesario dirigir la mirada hacia otros temas nacionales tras permanecer  inmersos en  el enrarecido ambiente que dejaron los comicios primarios e internos del pasado 18 de noviembre. Tras ese proceso nuevamente se ha desnudado lo truculentos que son los llamados líderes de los partidos tradicionales y  lo sin escrúpulo  de su actuar  a la hora de retener sus cuotas de poder, haciendo a un lado las aspiraciones populares por una democracia real.
Hay acontecimientos o conmemoraciones que anualmente se suscitan y que pasan desapercibidas,  quizás porque muchos lo toman como parte de la cotidianeidad o sencillamente se excluyen de esos sucesos digamos cíclicos.
Uno de ellos es la celebración de Comayagüela, una ciudad de empuje, de hecho un centro de las micros y medianas empresas y del comercio, pero un emporio sumido en el abandono  por causa de las autoridades que rigen el municipio del Distrito Central.
Hablar de la denominada “ciudad gemela” es poner sobre la mesa una historia de constantes luchas de un pueblo por alcanzar un mejor destino. Es, asimismo, hablar de sus hijos distinguidos como Juan Ramón Molina o Luis Andrés Zúniga,  y de otras personalidades que han incursionado en la política, en las artes, el deporte, el periodismo y la cultura en general.
Presbíteros de la talla de José Trinidad Reyes, Yanuario Girón, fueron párrocos de la ciudad y obispos como Monseñor Virgilio López  primer Obispo de Trujillo en la época contemporánea, son el fiel reflejo del “noble pueblo de Comayagüela” como lo llamó Marco Aurelio Soto al donar la estatua de La Libertad que se yergue  precisamente en la plaza que lleva ese nombre.
Con una topografía menos irregular que la de su gemela Tegucigalpa, Comayagüela  fue poblada a mediados del siglo XVI, por indígenas de origen lenca. El 17 de noviembre de 1820  se instaló  el ayuntamiento  y, el 22 de agosto de 1849,  recibe el título de Villa de Concepción.  Cincuenta  años después, el 10 de abril de 1897,  se le confiere el título de ciudad.
Pero es a partir del 30 de enero de 1937,  Comayagüela es adherida a la Alcaldía de Tegucigalpa,  perdiendo su autonomía  como municipio. Craso error y miopía política porque,  desde entonces,    comienza  el calvario que a diario viven sus habitantes.
La enorme migración del campo a la ciudad que se produjo en Honduras entre los decenios de los años cincuenta y sesentas del pasado siglo,  se asentó en Comayagüela. Carente la capital de un plan urbanístico,  esa población migrante construyó sus viviendas en las faldas de los cerros que circundan la ciudad.
Muy claramente se percibe  la falta de visión de la  planificación del desarrollo y la indolencia y hoy, tanto Comayagüela como Tegucigalpa,  viven una continúas crisis de suministro de agua potable y dotación de los servicios básicos a la población y un deterioro acelerado del medio ambiente.
Pese a ello,  el empuje productivo y comercial  que ha representado Comayagüela continúa vigente. Tomamos de un diario capitalino las informaciones básicas donde se percibe con claridad esa efervescencia productiva.
“Los informes de los empresarios de la zona demuestran que es en este espacio donde están registrados al menos 8,566 negocios y se generan unos 60 mil empleos directos. Además de los empleos formales, las asociaciones de vendedores indican que en el área de los mercados hay de 10 mil a 15 mil personas subempleadas. El funcionamiento de ocho de los doce mercados considerados los más grandes del Distrito Central,  hacen de la ciudad gemela el soporte económico de la capital”.
Luego continúan las cifras: “A diario, Comayagüela mueve de 50 a 60 millones de lempiras en las temporadas altas como Navidad y Semana Santa, contra 20 millones en tiempo normal. El comercio y la construcción de centros comerciales son una prueba de ello. Sin embargo, a la cenicienta del Distrito Central, este camino le ha tocado sortearlo sola. Pese a todos estos números que reflejan resultados positivos para la economía del país, Comayagüela es una de las zonas caracterizada por el descuido, el desorden y la anarquía”. Hasta aquí la cita.
Cabe destacar que  las principales salidas por carretera a los diferentes puntos cardinales del país y el aeropuerto internacional, están en esa ciudad. Sin embargo,  la localidad  no refleja el producto de esa laboriosidad y la eficiencia en el pago de los tributos, pues luce abandonada, relegada permanentemente al olvido.
El caos vial es un constante dolor de cabeza para sus habitantes, no sólo por la cantidad de vehículos que se desplazan por sus calles y avenidas, sino por el deterioro de las mismas.
Los mercados son el fiel reflejo de esa falta de planificación, pero si son una buena fuente de votos para los interesados en cargos de elección popular. Los anillos de miseria circundan la ciudad y un estigma pesa sobre ella, pues en esas comunidades es donde se dan  hechos violentos y hay presencia de las maras.
Más se conoce a Comayagüela por ese estigma y la gente pronuncia con temor el nombre de la ciudad. Pero no es justo ni digno aplicarle ese apelativo a una urbe cuyos habitantes son laboriosos y desean sacarla adelante.
Por ello, es imperativo que los empresarios, las organizaciones sociales de la ciudad  gemela y la Iglesia, cuya labor entre los más pobres de la localidad es innegable,  se unifiquen y junto a las autoridades se conjunten criterios y objetivos para sacarla de la postración que hoy se encuentra.
Ante tanta carencia, no debe descartarse la idea de devolverle a ese noble pueblo su categoría de municipio.
 Comayagüela celebra en esta época  decembrina a su patrona la Inmaculada Concepción, y clama a ella para que  el anhelado desarrollo citadino y una mejor calidad de vida para sus pobladores, pronto, lo más pronto posible, se haga realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario