Mauricio
Torres Molinero
Transcurrían los comienzos del siglo dieciocho. En
el Corpus, Choluteca, se gestaba una lucha heroica de los esclavos negros que,
azotados por el opresor español, habían sustituido a los diezmados indios en el
oprobioso trabajo de minería en esa antigua población.
El líder de la revuelta llamado Butuko o Butuco, enfrentó desde lo alto de la profunda y vertical bocamina
a los administradores españoles que osadamente habían descendido por el
estrecho túnel.
Relata la historia de la época que los jefes de la
mina llegaron a sofocar la revuelta y que en ese momento se encontraban en una
posición desventajosa, ya que Butuko estaba en poder de una enorme piedra
redonda. Los esclavistas cambiaron sus amenazas por frases de admiración al
líder negro. Butuko no escuchó los cantos de sirena y soltó la piedra
que aplastó a los españoles.
Luego los negros mineros esclavos de El Corpus,
marcharon hacia Tegucigalpa a expresar su rechazo al histórico maltrato.
Nadie sabe si los cuerpos de los ibéricos fueron
retirados o enterrados en otro sitio.
Los recientes sucesos han dado paso a expresiones
de tecnócratas y represores que se apresuran a decir que hay mil minas ilegales
y que FUSINA los debe expulsar lo más
pronto posible.
Está ausente
la solidaridad y el análisis de la pobreza de la zona. No está en las
reflexiones de los burócratas que, simulando todo, han llegado a El Corpus.
Los abogados del gobierno quieren que se organicen para luego expropiarlos
y entregar la mina Cuculmeca y otras, a compañías canadienses y americanas y
que se vuelva al sometimiento.
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