Amy Goodman,
con la colaboración de Denis Moynihan
La libertad de comunicarse y compartir ha ingresado a una nueva era.
El poder prometido por esta libertad, por la Internet, es tan inmenso
que las instituciones del poder establecido le tienen miedo. Gobiernos,
ejércitos, compañías, bancos: todos se resisten a perder el control que
ejercen sobre la sociedad cuando la información que mantienen en secreto
circula libremente. Y algunos de los más fervientes defensores de esta
nueva era de libertad de información se convierten en blanco de ataque
de estas mismas instituciones, y se ven obligados a vivir huyendo, en el
exilio o, en algunos casos, a pasar años en prisión.
Julian Assange es tal vez una de las personalidades más reconocidas
de la lucha por la transparencia y la apertura de la comunicación.
Assange fundó el sitio web WikiLeaks en el año 2007, a fin de brindar un
medio seguro para filtrar documentos electrónicos. En el año 2010,
WikiLeaks publicó un impactante video filmado desde un helicóptero de
ataque militar estadounidense, en el que se ve cómo los comandantes de
la nave disparan sistemáticamente a muerte a al menos doce civiles en
Nuevo Bagdad, un barrio de Bagdad, en Irak. Dos de las personas
asesinadas eran periodistas de Reuters. Sobre las imágenes de la
masacre, se oyen las transmisiones de radio del ejército: una
combinación de crudas órdenes asépticas de “entrar en combate” con las
víctimas y de una serie de intercambios jocosos entre los soldados, con
expresiones de desprecio hacia las víctimas y de festejo por la matanza.
Inmediatamente después de la publicación del video, WikiLeaks realizó
tres grandes difusiones de documentación, posibilitando el acceso a
cientos de miles de documentos secretos, entre otros, comunicaciones
oficiales del ejército estadounidense relativas a las guerras en
Afganistán e Irak, las cuales permitieron realizar investigaciones
directas, por ejemplo, acerca de la cantidad de víctimas civiles en
dichas guerras. WikiLeaks reveló además cientos de miles de cables del
Departamento de Estado de Estados Unidos que expusieron la oscura y
cínica realidad de la diplomacia estadounidense. Se cree que los cables
secretos de alguna manera impulsaron la Primavera Árabe, especialmente
en lo que respecta al derrocamiento del corrupto régimen de Túnez, que
contaba con apoyo de Estados Unidos.
Si bien el sitio web WikiLeaks logró proteger la identidad de la fuente de estas excepcionales filtraciones, un informante del FBI
señaló a un soldado estadounidense, el Soldado Bradley Manning.
Mientras trabajaba en inteligencia militar estadounidense en Irak,
Manning se sintió frustrado ante los abusos cometidos por el ejército de
Estados Unidos. Presuntamente, habría copiado la vasta cantidad de
archivos y se los habría entregado a WikiLeaks. Manning fue arrestado y
recluido en aislamiento, en condiciones que Naciones Unidas ha
calificado como "tortura". Manning fue juzgado por una corte marcial.
Tras ser declarado culpable y sentenciado a 35 años de reclusión en una
prisión militar, Manning anunció su intención de transformarse en mujer y
formalmente cambió su nombre a Chelsea Manning. Hace un mes, Manning
escribió en un artículo de opinión publicado por el periódico New York
Times: “Creo que las actuales limitaciones a la libertad de prensa y el
excesivo secreto por parte del gobierno hacen que resulte imposible para
los estadounidenses comprender cabalmente lo que está sucediendo en las
guerras que financiamos”.
La editora de investigación de WikiLeaks, Sarah Harrison, es
británica pero vive en Berlín. Cuando Edward Snowden filtró los
documentos de la Agencia de Seguridad Nacional en Hong Kong, Harrison
viajó hasta allí. Ella y WikiLeaks brindaron asistencia clave a Snowden
en el proceso que culminó con la solicitud de asilo político en Rusia.
Harrison teme ser arrestada si vuelve a su Inglaterra natal. Me encontré
con ella en Bonn, Alemania, donde me dijo: “Inglaterra tiene una Ley
Antiterrorista que contiene una sección titulada Declaración
Complementaria 7, que es bastante singular y que otorga a los
funcionarios la facultad de detener personas en la frontera al ingresar o
abandonar el país, o incluso si están en tránsito. Ello les permite
interrogar a la gente por meras sospechas, sin que les correspondan
ciertos derechos fundamentales, como el derecho a guardar silencio o el
derecho a contar con un abogado".
También en Berlín se encuentra la ciudadana estadounidense Laura
Poitras, la primera periodista que respondió a Snowden en sus esfuerzos
por filtrar los documentos de la NSA. Fue ella
quien convenció a Glenn Greenwald de acompañarla a Hong Kong, dando así
inicio a la era Snowden de la cobertura sobre seguridad nacional
estadounidense. Poitras ya ha sido detenida e interrogada de manera
agresiva en muchas oportunidades al ingresar a Estados Unidos, muy
probablemente por sus resueltas exposiciones sobre el sistema de
seguridad nacional estadounidense.
Por su parte, Greenwald, también ciudadano estadounidense, ha elegido
vivir en Brasil. Desde las revelaciones de Snowden, y por consejo de
sus abogados, había evitado visitar su país natal. Poitras y Greenwald
finalmente regresaron a Estados Unidos para recibir el prestigioso
premio George Polk Award por su labor periodística. Tres días después,
figuraban en los equipos de los periódicos The Guardian y The Washington
Post que recibieron el Premio Pulitzer.
Y también está Edward Snowden, contra quien se han presentado cargos
por espionaje, por efectuar una de las mayores y más significativas
filtraciones de la historia de Estados Unidos. Las filtraciones de
Snowden han desatado un debateç a nivel mundial acerca de la vigilancia,
la privacidad y la seguridad nacional de los Estados. Este fin de
semana, The Guardian publicó una entrevista mantenida con Hillary
Clinton. Clinton expresó que Snowden debería retornar a Estados Unidos,
donde podría desarrollar una enérgica defensa legal y pública de sus
actos. Al día siguiente, le pregunté a Julian Assange cuál era su
opinión al respecto. Me respondió: “El gobierno de Estados Unidos
decidió destrozar a Chelsea Manning, destrozarla totalmente, para enviar
un mensaje a todos: ni se les ocurra contarle a la gente lo que pasa en
realidad dentro del ejército de Estados Unidos, ni los abusos que
comete. Y luego trataron de destrozar también a la persona y
organización más visibles, que era WikiLeaks, para tener atados a los
dos extremos, la fuente y el medio de publicación".
Entrevisté a Assange en la Embajada de Ecuador en Londres, donde se
ha refugiado durante los últimos dos años. Ecuador le otorgó asilo
político, pero Assange teme que si pone un pie fuera de la embajada,
será finalmente extraditado a Estados Unidos y encerrado durante años en
una prisión estadounidense por su labor con WikiLeaks.
En el centro de su caso, como en el de tantos otros, está la cuestión
de si Internet continuará siendo una plataforma libre y abierta de
comunicación, o una mercancía controlada por unas pocas compañías,
censurada y vigilada por el aparato de seguridad nacional de Estados
Unidos.
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