Por Víctor
Hugo Álvarez
La
irrupción de las mujeres hondureñas en la vida política del país, no comienza
el 25 de enero de 1954 cuando en el gobierno de Julio Lozano Díaz les reconocen
su derecho a la participación política limitada al voto.
La historia
de Honduras registra acciones y hazañas de las mujeres del país desde antes y
después del período de la independencia a través de los constantes
esfuerzos para consolidar un sistema republicano, sustentado en la
democracia participativa y la interdependencia de las podres del Estado.
Esa
aspiración de las mujeres hondureñas ha pasado por diferentes etapas, pero
siempre se mantiene el anhelo, y ahora con mayor fuerza, para alcanzar la equidad entre hombres y mujeres. Opacar los
substanciales aportes de las mujeres en
los quehaceres económicos, políticos y sociales, es querer desnaturalizar la
historia nacional, pues con grandes esfuerzos, abnegado empeño y solvencia
ciudadana, ellas se han ganado los espacios que hoy ocupan.
Sin
embargo, nunca antes como ahora los desafíos que enfrentan las mujeres han sido
tan graves, sobre todo en un país sin rumbo.
Ellas
representan más de la mitad de la
población y están en plena efervescencia, sin embargo la discriminación de que
son objeto en ciertos espacios, incluso
en su hogar son notorios, reconocer su
dignidad y perspectiva diferente para enriquecer la sociedad es todavía una
asignatura pendiente. Se les relega a ejercitarse para los trabajos domésticos,
para servir al varón y a la prole y se les asigna el triste papel de artículos
de cama u objetos de lujo.
Superar los
viejos esquemas autoritarios que las tratan como seres de segunda categoría es
una herencia de un machismo todavía no
superado, de por sí esa situación ya es conflictiva y se agrava al estar
inmersas en el ambiente violento que
sacude el país en donde muchas de ellas
se convierte en víctimas de esa masacre. Mejor ejemplo no hay que el constante
aumento de los casos de femicidios. Esta
violencia contra la mujer es preciso
erradicarla, si queremos caminar hacia
una verdadera equidad entre hombres y mujeres.
La
hemorragia cotidiana en que estamos inmersos,
arrebata valiosas vidas de jóvenes que enlutan las familias y truncan
las aspiraciones de muchas madres por ver crecer y desarrollarse a sus hijos o
hijas. Un manto negro cubre centenares de hogares en el país.
El
desasosiego nacional que se genera día a día al escuchar las noticias
alarmantes de corrupción, de un arcaico autoritarismo y la violación constante
a la ley fundamental de la República, la inseguridad en todos los niveles y las
ambiciones desatadas de políticos miopes que no han logrado hacer una lectura
ajustada de la realidad en que nos desenvolvemos, ahogan los anhelos por un país distinto.
Todo esto
asfixia a la población, especialmente a los jóvenes que ponen sus miradas y
aspiraciones fuera de la patria y emigran emprendiendo un caminar por sendas
desconocidas y peligrosas en donde exponen la vida. Buscan realizar su sueño,
sin ponderar las pesadillas que los acechan en cada atajo del camino de la
llamada “ruta del migrante”.
Por esa
senda migratoria ahora se ve igual número de muchachas y varones. Hace pocos
años la migración era mayor entre el sexo masculino, ahora hasta niños la
recorren.
Pero
arraigada como es a su familia, la mujer hondureña mantiene hasta el último
momento sus esperanzas. Por ello un signo alentador es observar con verdadera
satisfacción el incremento de mujeres en
la educación media y superior y el alto número de profesionales calificadas con
que cuenta el país
No cabe
duda que las mujeres son transmisora de
la fe y, amparadas en sus creencias, son también generadoras de esperanzas, ambas
se originan en esa capacidad intensa de amar a sus descendientes y sostener la casi imperceptible escala de
valores que por muchos años rigió a la
sociedad hondureña.
Muchas de
ellas están llenas de esa convicción que
las sostiene e impulsa en su difícil
camino para lograr mejores condiciones de vida. Por eso, en medio de tantas
adversidades, ellas saben que deben ampliar los espacios ganados y junto con el
hombre lograr una sociedad sin exclusiones, con equidad, y mejores condiciones
para elevar la calidad de sus vidas.
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