lunes, 18 de febrero de 2013

¿A dónde anclar?


Por Víctor Hugo Álvarez

La reconstrucción del tejido social de los hondureños amerita del concurso de todos los sectores de la nación, pero no  a través de los interminables “diálogos” a los cuales estamos acostumbrados cuyos frutos nacen  secos, sino de una ronda de conversaciones y negociaciones  que incluya como condición esencial la deposición de intereses, sobre todo de aquellos segmentos  poblacionales que están acostumbrados al manoseo constante del poder.


La unidad de propósitos pasa inevitablemente por esa deposición de intereses de grupo, si se quiere conformar un auténtico Plan de Nación, cuyas metas a corto, mediano y largo plazo, busquen el bien común y eleven la calidad de vida de los hondureños.

Se habla mucho de unidad, pero los temas nacionales no se tocan a fondo, no se analizan  ni se perfilan sus salidas. Por ello nos parece sumamente interesante que  una vez más los obispos de la Iglesia desde su visión de pastores de la grey católica en particular y del conglomerado  nacional en general, vuelven a llamar la atención sobre los temas más candentes de la realidad en que vivimos

En el mensaje emitido el pasado miércoles insisten  que se deben encontrar las  salidas viables a los problemas que nos aquejan. No hay duda que eso es imprescindible, sobre todo en un país que ha apostado por la democracia como su sistema de gobierno y que anhela que esa democracia sea real y no formal como ha sido la práctica de los últimos tres decenios.

Aprovechando para expresar sus consideraciones sobre la renuncia del Papa Benedicto XVI, los pastores católicos  señalan que el sumo pontífice nos deja la gran lección de las personas inteligentes que se entregan totalmente al servicio de los demás,  “pero que en ningún momento se creen imprescindibles o insustituibles”.

Luego añaden con firmeza y en forma directa  que:  “Deseamos  que esta lección de humilde sabiduría sea valorada por quienes ejercen cualquier clase de poder, sobre todo por quienes ejercen el poder político, de modo que no se obsesionen en querer reelegirse y prolongar inconstitucionalmente sus mandatos”. 

A veces, el deseo de permanecer en el poder, lejos de significar vocación de servicio, esconde ambición y soberbia.

Más claro no canta un gallo, así los pastores salen al encuentro de las constantes versiones que circulan en el país sobre el tema del continuismo y dejan transparente su posición  de no tolerar  la apropiación indefinida del poder por algunos sectores  y la instauración de una dictadura, cuyos síntomas comienzan a perfilarse.
Partiendo de esa apreciación los obispos invitan  a reflexionar sobre la situación nacional.  Reiteran que el derecho legal y el deber moral de ejercer el sufragio garantiza nuestra democracia, la cual que no deja de estar amenazada de muchas formas.

Como hombres de esperanza, insisten  en la añorada reconciliación “que nos ayude a superar divisiones y enfrentamientos que nos debilitan frente a los verdaderos enemigos:  la corrupción, la injusticia,  la mentira, el abuso de poder, la inequidad, la impunidad, la incomprensión, la marginación, el empobrecimiento “y todo lo que podríamos vencer si viviéramos unidos y reconciliados”.

Allí está el punto toral del mensaje, porque en el ensombrecido panorama nacional, no hay asomos de  acabar con esos males que azotan cotidianamente a la nación hondureña, más bien los grupos que han mantenido el poder se refuerzan,  hacen sentir su peso sobre las grandes mayorías. Por eso no es de extrañar  la llamada limpieza social cuyos frutos  son  los crímenes que marcan la tónica diaria.

A dos meses de iniciado el llamado año político, las propuestas  de los  aspirantes a la presidencia de la República brillan por su ausencia. Los partidos contendores siguen la costumbre  de enfilar sus  baterías casi al final de la campaña, cuando los ánimos están caldeados y el pueblo vota a ciegas, llevado por subjetividades.

No hay propuestas concretas sobre cómo acabar con el desempleo,  la corrupción, con la inseguridad,  con la migración, con la barbarie en que estamos inmersos que a diario arroja toneladas de sangre derramada y quienes comenten las masacres se solazan en la impunidad.

Y más allá, la llamada clase política de Honduras demuestra no estar interesada en resolver los problemas nacionales. Imposible entonces, por ahora,  buscar comunión de propósitos.

Por los vientos que soplan y mueven el telón detrás del cual se esconden los titiriteros de nuestra realidad,  el anhelado despegue hacia el desarrollo nacional y este nuevo mensaje episcopal quedará  como lo que el viento se llevó.  

La única salida debe ser concertada y que fructifique en acciones reales, sólo entonces el nuevo como válido llamado de los obispos habrá encontrado donde anclar.

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