Por Víctor Hugo Álvarez
El fin de año es propicio para echar una mirada al pasado
inmediato y otra al futuro cercano. El año que terminó en muchos aspectos no fue
fácil para los hondureños, Basta
mencionar las constantes alzas en el precio de los combustibles que se
produjeron en el transcurso del 2012 y el consecuente efecto multiplicador
sobre la economía de la población.
Nadie habla mejor de
la situación caótica en que se encuentra la economía del país, que el propio
pueblo. La población se ha empobrecido, crece el desempleo, suben los precios
de los productos de consumo básico.
No hay medicamentos en los hospitales y a muchos empleados
aún no les pagan sus salarios. Desbordó
la criminalidad, la violencia y el irrespeto a la vida. En muchos
hogares no hubo festividades, pues el dolor por la pérdida de un ser querido,
sobre todo de jóvenes, impidió celebrar y vaya contradicción, celebrar el
nacimiento de la vida.
En otros los fogones se apagaron, no hay alimentos, no hay
ingreso. Hay simplemente esa desolación que produce saberse mendigo.
Han pasado tres años y en nada quedó la promesa de trabajo y
seguridad que fue el lema de campaña del presidente Porfirio Lobo Sosa. El panorama es oscuro y no se ven
las posibles soluciones a corto plazo. Ya no causa impacto saber que el
gobierno ha gastado más de lo que recauda en impuestos.
La deuda interna ha crecido
en seis mil millones de dólares y no digamos la deuda externa que
nuevamente nos asfixia, pese a los esfuerzos
que se hicieron a principios del siglo y lograr una condonación.
Nos hemos vuelto a endeudar sin justificaciones sólidas para
esa acción, más que para engrosar los actos de corrupción que han sido
denunciados y los que se quedan en la penumbra y no salen a la luz pública. Ha
habido derroche y un ejemplo claro es el llamado costo de la democracia.
En las recientes elecciones primarias se gastaron casi mil
millones de lempiras, para obtener resultados empañados y muy cuestionados por
la ciudadanía. Sentimos que como país hemos perdido el pudor pues son
constantes los abusos que se cometen en contra de las finanzas públicas.
Se percibe un desorden, despilfarro y hasta abusos de los
fondos nacionales, acción que va en detrimento de la población y las aspiraciones por elevar la calidad de vida de
los hondureños.
La acción de los órganos contralores del estado no aparece
en este contexto, ha palidecido y se sabe que existen, pero no se ven. Se torna etéreos en el actuar, pero agresivos para ubicarse en las casillas
presupuestarias.
Cierra esta lista la falta de aprobación del Presupuesto
General de la República, pues no hay fondos suficientes para conformarlo.
Así, ante este
panorama, es difícil prever un año distinto en el plano económico. El 2013 se
perfila como más crítico para la población.
Las expectativas están cerradas.
Da la impresión que esta crisis no es un tema prioritario
para los políticos ni siquiera se menciona
en las promesas de campaña de los candidatos.
Lo que es predecible son los efectos en la mayoría de la
población que comienza a reducir la cantidad y calidad de los alimentos que
consume. El hambre es la máxima expresión de la pobreza y caldo de cultivo para
la violencia, la criminalidad y la falta de esperanza.
En definitiva un
pueblo con hambre es un pueblo sin futuro.
Es necesario organizar una ronda con todos los sectores
del país para buscar soluciones a esta
problemática antes de tocar fondo, como advirtieron los obispos de Honduras en
su Carta Pastoral de Octubre pasado.
Una mesa de trabajo donde no haya exclusiones de sectores y
se perfilen salidas, pero sin los políticos de oficio. Ellos enredan la madeja
para saciar sus ambiciones. Someten al país a cíclicos momentos de crisis que
agravan más la situación y ahuyentan la
inversión, porque crean inestabilidad.
Preparémonos pues para tiempos más difíciles, sin hundirnos
en la desesperanza, abramos los ojos, velemos porque este país no se deteriores
aún más y recobremos el pudor perdido. Demostrémosle a quienes cada cuatro años
se embolisman para retener el poder y hacer fiesta a costa de engaños, que
unidos sí somos capaces de recuperar la
dignidad que ellos han mancillado
con sus ambiciones y nos han mostrado internacionalmente como un pueblo
sin futuro.
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