Mauricio Torres Molinero
La
tarde del 14 de enero de 1988 transcurría animada en la cabina de Radio América,
que transmitía un partido de futbol de la Liga Nacional.
Los
periodistas Henry Marvin Cabrera y Renato Álvarez controlaban el enlace del evento que se efectuaba en la costa
norte.
Hace
25 años, el crimen no era el pan de cada día como ahora que nos hemos habituado
a él y que también
perdimos la capacidad de sorpresa y
admiración.
Marvin abandonó cabizbajo su asiento y en el pasillo
me dijo: “sucedió algo terrible en el norte, parece que mataron a Miguel Ángel Pavón y a Moisés Landaverde,
pero solo podemos dar la noticia cuando se confirme”. Minutos después era una
verdad.
Le pedí a Renato que fuésemos a la casa de Alfredo
Landaverde en Santa Lucia. Vino con nosotros a la radio. Severamente afectado
por la muerte de su hermano tomó asiento
en la cabina. Le dijimos que estaba en su casa y que podía declarar o pedir
justicia. Sus primeras palabras nos conmovieron, Alfredo dijo: “perdono a los
de la moto”, “jamás la violencia será la
forma de enfrentar las ideas”.
El profesor Pavón era un destacado dirigente y activista
de derechos humanos del país y Moisés
Landaverde era un dirigente magisterial y una persona dedicada al teatro y a
los jóvenes.
Cuando muchas
personas conmemoramos el segundo aniversario del asesinato de Alfredo
Landaverde, recogiendo su legado de dedicación y valentía, imaginamos que
extrapolando el tiempo en una
formula einsteniana, también diría lo
mismo a sus propios sicarios.
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