Amy Goodman y Denis Moynihan
¿De verdad deseamos comenzar el nuevo año retirando el seguro por
desempleo a más de un millón de estadounidenses que perdieron su
trabajo? El acuerdo presupuestario aprobado por ambos partidos en el
Congreso y promulgado por el Presidente Barack Obama en la última semana
del año protege el gasto militar pero promete empujar a quienes se
encuentran en la situación más desesperada de nuestra economía a pasar
aún por más dificultades financieras, obligando así a cientos de miles
de familias a vivir por debajo de la línea de pobreza. La actual tasa de
desempleo prolongado en Estados Unidos es la más alta que se haya
registrado desde la Segunda Guerra Mundial, mientras que el porcentaje
de personas que perciben prestaciones por desempleo se encuentra en su
punto más bajo en la historia. Al mismo tiempo, los banqueros de Wall
Street no paran de descorchar botellas, para celebrar un año excepcional
para la bolsa de valores. Mientras que los agentes de bolsa esperan sus
gratificaciones de fin de año, muchos desempleados más irán a hacer
fila para recibir asistencia social.
“Se trata, para nuestra economía, de una decisión equivocada en el
momento equivocado”. Estas son palabras de Imara Jones, que trabajó para
la Casa Blanca en el área de comercio internacional durante el gobierno
de Clinton y actualmente escribe sobre justicia económica para el sitio
Colorlines.com. “El seguro de desempleo es en realidad un estímulo
para la economía, a la que, de hecho, le aporta mucho. Por cada dólar
que se entrega a alguien por seguro de desempleo se genera un dólar y
sesenta centavos en actividad económica”. La gente que vive
económicamente al límite gasta lo que tiene para sobrevivir, pero
quienes se encuentran en los estratos más altos de la sociedad, el 1% de
más arriba, puede tomar sus ganancias y guardarlas o ponerlas en una
cuenta en el exterior.
Históricamente, el programa de seguro de desempleo otorgaba a los
trabajadores que pierden su empleo por motivos ajenos a su
responsabilidad 26 semanas de pago en reemplazo del salario. La
extensión de los beneficios promulgada por el Presidente George W. Bush
prolongó el período de tiempo a 99 semanas. En promedio, los subsidios
ascienden a sólo 300 dólares por semana. Según el periódico The
Washington Post, la búsqueda de empleo lleva en promedio unas 35
semanas, por lo que las 26 semanas que se otorgan en la actualidad
generarán una carga adicional de stress a familias que se encuentran ya
en dificultades.
El Congreso podría renovar la extensión del subsidio por desempleo.
El Senador demócrata de Rhode Island Jack Reed y el Senador republicano
de Nevada Dean Heller presentaron un proyecto de ley por el que se
mantendría la extensión de las prestaciones durante tres meses más. En
un comunicado de prensa, Heller expresó: “Brindar una red de seguridad a
quienes lo necesitan es una de las funciones más importantes del
gobierno federal. La tasa de desempleo de Nevada se mantiene entre las
más altas del país, por lo que muchas personas y muchas familias de mi
estado no saben cómo van a hacer ahora para satisfacer sus necesidades
básicas”.
A pesar de que esta propuesta proviene de legisladores de los dos
principales partidos, se espera que los republicanos la bloqueen cuando
se someta a votación de procedimiento alrededor del 6 de enero, salvo
que se logre convencer a otros cinco senadores republicanos de que la
apoyen. Aunque el proyecto fuera aprobado por el Senado, debería luego
enfrentarse a la Cámara de Representantes, la cual se encuentra bajo
control de los republicanos, que en general se muestran hostiles a este
tipo de extensión.
En el otro extremo de la economía, se espera que una reunión de fin
de año de la bolsa de valores defina las inmensas gratificaciones que se
prepara a entregar Wall Street a sus ejecutivos. Según trascendió, las
compañías más grandes de Wall Street destinaron más de 91.000 millones
de dólares a los pagos extras de fin de año. En respuesta, un grupo
activista llamado The Other 98% (El otro 98 %) lanzó una petición en la
que llama a los empleados del Chase Bank, el Citigroup, Wells Fargo,
Goldman Sachs, Morgan Stanley y Bank of America a donar sus
gratificaciones de fin de año a los diez millones de estadounidenses
desplazados por la crisis inmobiliaria.
Alexis Goldstein trabajó durante años en Wall Street y actualmente es
la directora de comunicaciones del grupo The Other 98% (El otro 98 %).
Durante un programa de Democracy Now! nos dijo: “Proponemos que se
destinen 60.000 millones de dólares del dinero de Wall Street para
financiar por dos años algo llamado Fondo Fiduciario Nacional de
Vivienda. Se trata de un programa que fue creado por George Bush en el
año 2008. Es un programa que, de obtener una financiación de 30.000
millones de dólares por diez años, podría poner fin a la situación de
calle en Estados Unidos". Goldstein señala que las gratificaciones se
financian básicamente con fondos públicos, dado que los bancos de Wall
Street obtienen fondos de la Reserva Federal a tasas de interés muy
bajas. Según dijo además, estos bancos pueden permitirse otorgar
gratificaciones gigantescas porque, en sus palabras, “continúan
cometiendo delitos muy rentables. Este año se llegó a un acuerdo
millonario con JP Morgan. Fue un acuerdo por 13.000 millones de dólares,
a consecuencia de hipotecas fraudulentas que vendieron durante la
crisis inmobiliaria, hipotecas muy sospechosas presentadas de manera
engañosa. Los inversores perdieron 26.000 millones de dólares en eso.
Por lo que 13.000 millones suena como un gran acuerdo, pero en realidad
es sólo una parte del dinero que perdió esa gente". Goldstein mencionó
también un acuerdo de 300 millones de dólares por manipulación de
tarifas de electricidad en California.
El problema de la desigualdad ingresó al debate nacional gracias al
activismo del movimiento Occupy Wall Street. Su fría realidad económica
comenzó a azotar esta semana a más hogares estadounidenses tras el
vencimiento de las prestaciones por desempleo. El Congreso puede y
debería renovarlas. Que lo haga depende de que haya gente que haga oír
su voz.
© 2014 Amy Goodman
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