Por Víctor Hugo Álvarez
El asesinato del compañero periodista Ángel
Alfredo Villatoro no sólo sume en el luto a su honorable familia y al gremio
periodístico hondureño, sino que agrega un eslabón más a la ya larga cadena de
crímenes que han quedado impunes en Honduras, tanto de comunicadores sociales
como personas de los distintos sectores del país, especialmente contra jóvenes
cuya sangre es absorbida por la tierra, quizá como fermento de una nueva
patria.
Hacer y deshacer hipótesis, tesis, pesquisas o
simples comentarios sobre las causas que llevaron al secuestro y posterior
muerte del compañero Villatoro forma parte del susurro cotidiano y mientras la
figura del amigo se alza como un icono mediático de la libertad de expresión y
surgen conceptos de autorregulación o autocensura, quedan soterrados otros
aspectos del quehacer periodístico nacional, que es necesario nombrarlos sobre
todo en estas fechas donde se celebra el Día del Periodista Hondureño.