Por Luis Alberto Moreno y Haruhiko Kuroda
Por lo general, entendemos la globalización como un fenómeno moderno.
Sin embargo, hace prácticamente cinco siglos Asia y Latinoamérica eran
grandes socios comerciales.
Los galeones comerciales españoles navegaban con frecuencia a través del
Océano Pacífico entre Manila y Acapulco, para comerciar especias y seda
provenientes de la India y China a cambio de plata de las grandes minas
de México y Perú. La relación entre lo que se conoció como las Indias
Orientales y las Indias Occidentales era sólida y rentable.
Hoy, estamos presenciando una intensificación en las relaciones históricas entre oriente y occidente.
Desde el año 2000, el comercio entre Asia y Latinoamérica y el Caribe ha
crecido a una tasa promedio anual del 20 por ciento, para alcanzar
cerca de US$442.000 millones en 2011. Actualmente, China es el segundo
socio comercial más importante de Latinoamérica, disputando el liderazgo
con Estados Unidos.
Además, los flujos de inversiones extranjeras directas entre ambas
regiones se incrementaron significativamente durante la última década, a
partir del impulso de empresas de China, Japón y Corea en el territorio
asiático, y Brasil y México en Latinoamérica. En tan solo ocho años, se
han plasmado 18 acuerdos de libre comercio entre las economías de ambas
regiones. Hay otros cuatro acuerdos firmados y ocho adicionales siendo
negociados.
Cada región se centró en su ventaja comparativa. Asia exporta bienes
manufacturados a cambio de productos primarios como minerales, recursos
energéticos y agrícolas de Latinoamérica.
Esta dinámica relación de inversión y comercio ayudó a Latinoamérica y
el Caribe a registrar un crecimiento promedio de 4,8 por ciento en la
última década; y a Asia, un crecimiento del 7 por ciento. Eso redujo la
pobreza y levantará a grandes sectores de la población en ambas regiones
en el segmento de la clase media en la próxima década, lo que ayudará a
mantener el dinamismo de nuestra economía. De hecho, hoy en día
nuestras regiones son dos motores esenciales de crecimiento, de las que
dependen considerablemente, y de manera progresiva, el resto de las
economías mundiales.
Un innovador estudio publicado esta semana por el Instituto del Banco
Asiático de Desarrollo (ADB) y el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID) permite vislumbrar esta nueva asociación dinámica.
El informe "”Modelando del futuro de la relación entre América Latina y
el Caribe con Asia” no solo describe el gran potencial de la
profundización de los lazos económicos, sino que también, y
probablemente esto sea lo más importante, describe la variedad de
oportunidades para compartir el conocimiento de desarrollo y las
experiencias que podrían ayudar a ambas regiones a administrar el
crecimiento de manera que les permita maximizar la igualdad social y
minimizar el impacto ambiental.
Latinoamérica puede aprender mucho de los sistemas educativos de primer
nivel de Asia, del alto nivel en tecnología y ciencia, de las políticas
externas que llevan a la formación de cadenas de suministros regionales,
de las asociaciones del sector público con el sector privado, y de las
iniciativas regionales de cooperación financiera.
Asia podría beneficiarse a partir del análisis de las experiencias de
Latinoamérica en disminuir la pobreza, las políticas de los programas de
protección social, las prácticas de productividad agrícola y la
promoción de ciudades sostenibles.
Tenemos que trabajar juntos para expandir la inversión y el comercio
interregionales: Asia no consiste simplemente en China, India y Japón,
así como Latinoamérica es más que Brasil, México y Argentina.
Se necesita mejor conectividad. Debemos cooperar para mejorar nuestra
infraestructura, logística y facilitación de actividades comerciales
interregional. Hay mucho que podemos hacer para generar climas propicios
para los negocios, e impulsar la inversión del sector privado en
productos, servicios y tecnologías con valores agregados más altos.
Ambas regiones necesitan superar el modelo actual de “productos
primarios por manufactura” del comercio y la inversión.
La combinación de estrategias de desarrollo externas, el clima propicio
para el negocio y la continua inversión en el capital humano ayudará a
mantener el progreso que alcanzaron Asia y Latinoamérica.
Para garantizar el máximo impacto del conocimiento interregional
compartido, el Banco Asiático de Desarrollo y el Banco Interamericano de
Desarrollo establecieron un acuerdo de cooperación sur-sur para ayudar a
sus miembros a enfrentar cuestiones complejas como la integración
regional, la infraestructura, las energías renovables, el cambio
climático, el desarrollo institucional y las políticas sociales.
Como presidentes de las instituciones financieras de desarrollo líderes
en ambas regiones, este año asistimos a nuestros respectivos encuentros
anuales por primera vez, para resaltar la importancia de las relaciones
sólidas, que trascienden la estimulación del comercio y la inversión.
Como socios, compartimos la participación en el crecimiento sostenible
que protegerá nuestros recursos naturales y el ambiente, maximizará la
ventaja comparativa de cada región y promoverá el desarrollo social
equitativo.
Mientras que algunos de nosotros lo llamamos a este momento "la década
de Latinoamérica y el Caribe", otros lo llaman el "siglo asiático".
Creemos que si trabajamos juntas, ambas regiones compartiremos una era
de progreso y prosperidad que los capitanes de aquellos antiguos
galeones ni siquiera podían imaginar.
Luis Alberto Moreno, Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo,
asistirá al encuentro anual del Banco Asiático de Desarrollo esta semana
en Manila. Haruhiko Kuroda es el Presidente del Banco Asiático de
Desarrollo.
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