Por Víctor
Hugo Álvarez
Lo que
ocurre en el Municipio de San Luís, Comayagua es un eslabón más en la
larga cadena que ata y asfixia el anhelo
democrático del pueblo y soca el torniquete que impide que fluya la savia que nutre la institucionalidad del país y la interdependencia
de los poderes.
Poco antes
de las elecciones generales de noviembre del año pasado, tuve la oportunidad de
participar en la cuantificación de un sondeo de opinión realizado por Cáritas
de Honduras a nivel nacional, como parte de las actividades programadas por el
Observatorio Político creado por esa institución eclesial.
Dos
preguntas y sus respuestas captaron
inmediatamente mi atención, porque al
final reflejaron el sentimiento popular sobre los temores y las esperanzas de
los hondureños en los procesos comiciales que se realizan cada cuatro años
desde 1982.
Una de las
preguntas fue: ¿Cuáles son los temores
que circulan en la población en relación con las elecciones? Y la otra, ¿Qué espera el pueblo del TSE?....
¿Cuáles son los fallos/errores/debilidades que debe evitar el TSE?
A la
primera pregunta la respuesta fue
tajante y aunque el pueblo asistió masivamente a las urnas el mayor temor es que no se respetaran los
resultados de las elecciones y San Luís
es una muestra de ello.
Sobre la
segunda interrogante la respuesta se perfila con claridad con el
actuar del Tribunal Supremo Electoral en el caso de la alcaldía de San Luís que
dio por vencedor al candidato liberal, y
el veredicto posterior de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia anuló la decisión del TSE y favoreció al alcalde nacionalista.
Esa acción
coincide con las respuestas dadas sobre
la pérdida de autonomía de poderes y un
estado de derecho que nunca se consolidó dando por consecuencia una débil
institucionalidad.
En Honduras
no hay una cultura de auténtica
oposición en los partidos tradicionales que en los últimos cien años se han
alternado en el ejercicio del poder. Es más el partido perdedor, por retener
cuotas de poder, se somete a los
intereses del ganador y así han marcado la historia política alejados de los intereses del pueblo.
El Partido
Liberal sigue dando muestras de su debilidad y deja bien claro que para seguir subsistiendo necesita transfusiones
de su viejo rival el Partido Nacional, olvidándose que la verdadera energía emana de
sus propuestas de solución a los grandes
problemas nacionales que son o no aceptadas por sus militantes y simpatizantes.
En
contraposición se negoció un pacto cuyos
contenidos se mantienen en secreto, componenda
que se hizo a espaldas incluso de los diputados liberales. Eso le permitió al Partido Nacional copar los
cargos de la junta directiva del Congreso Nacional.
Fue más
cómodo para los caudillos liberales respaldar a los nacionalistas en la elección
de la junta directiva del Congreso, arguyendo el sofisma que se negoció a
cambio de liberar los precios de los productos de la canasta básica de la
aplicación quince por ciento del Impuesto Sobre Ventas, ISV.
Lucieron
“ingenuos” los dirigentes y diputados
del Partido Liberal con ese planteamiento, porque por más que extrajeran
los productos de consumo básico de la lista de los rubros gravados por el ISV,
todos sabíamos que el problema no radicaba ahí, sino en el impuesto a los combustibles y sus
constantes alzas, cuyo efecto
multiplicador arrasa la endeble economía
de los hondureños.
Los
nacionalistas lograron su objetivo y tres meses después golpearon a su
mancuerna con el fallo de la Sala Constitucional que arrebata la alcaldía de
San Luís a los liberales. Pero esa sentencia sólo fortifica el descrédito de
los procesos electorales que desconocen la voluntad popular.
En San Luís
se estrellaron los cacareados argumentos
sobre el fomento a la gobernabilidad, lo que ahí surge ahora, es el descontento popular
manifestado en la quema del edificio que albergaba la alcaldía, donde se perdieron valiosos
documentos. Descontento que al continuar desbordándose puede llevar hacia otras
acciones por nadie deseadas.
No podrá el
seleccionado alcalde nacionalista gobernar esa municipalidad, no tiene el
básico respaldo popular, tampoco se pueden esperar acciones más concretas
del anémico Partido Liberal porque el
pacto lo sujeta. Sus tatascanes
difícilmente se arriesgarán a perder su cuota de poder para respaldar al pueblo de San Luís.
Es tiempo
que los liberales descubran que el fortalecimiento de su institución política
sólo brotará del respaldo público a
planteamientos diáfanos para resolver los males que aquejan al pueblo hondureño
y exigir el respeto a los derechos humanos y a la voluntad popular y no plegarse
cómodamente al poder como lo han hecho hasta ahora. A ver si aprenden.
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