Amy Goodman, con la colaboración de Denis Moynihan
¿Han visto las fotos de esas filas y filas de niños, durmiendo en el
piso, recluidos en un Centro de Detención del Departamento de Seguridad
Nacional de Estados Unidos? Cada día llegan al país más niños
inmigrantes y el gobierno federal no sabe dónde ubicarlos.
“Cuando vi las fotos por primera vez, lloré. Lloré y se me rompió el
corazón por esos niños, porque conozco la razón por la que vienen”. Esto
me dijo José Luis Zelaya, mientras miraba las fotos de los niños
inmigrantes que el gobierno de Estados Unidos ubica en depósitos. Zelaya
entiende por lo que están pasando. Está a punto de terminar su
Doctorado en la Universidad A&M de Texas, pero no es un estudiante
típico. Su camino fue largo y dificultoso, un notable ejemplo de las
luchas y los éxitos de muchos inmigrantes indocumentados en Estados
Unidos. Su arduo camino resulta especialmente importante de oír en este
momento en que decenas de miles de niños no acompañados, provenientes de
América Central y México, inundan la frontera sur de Estados Unidos,
profundizando la crisis del ya deficiente sistema inmigratorio
estadounidense.
“Nací en Honduras, en San Pedro Sula, la capital mundial de la
violencia. De niño, crecí en la extrema pobreza. Fui testigo de la
muerte de mi hermano en los brazos de mi madre porque no teníamos dinero
para llevarlo a un hospital. Teníamos un padre violento, un hombre
alcohólico que golpeaba a mi madre en público, que me golpeaba a mí y me
impidió acceder a la educación, que, literalmente, me separó de mi
madre. Mi madre huyó de él con mi hermana menor, pero él me retuvo. Me
obligó a quedarme para que pudiera proveerle alcohol. Mi madre emigró a
Estados Unidos y yo me quedé en Honduras durante unos dos años sin ella.
Finalmente, mi padre me echó de casa y me quedé sin hogar”. Zelaya
siguió recordando su historia en el programa de noticias de Democracy
Now!: “Me convertí en un niño de la calle. Hurgaba en los tachos de
basura para encontrar algo que comer. Lustraba los zapatos de la gente
en los parques. Vendía caramelos en los semáforos. Limpiaba parabrisas
para mantenerme. Pero la realidad es que Honduras es un país muy
peligroso. Una vez, estaba jugando al fútbol y hubo un tiroteo callejero
y terminé recibiendo dos tiros, uno en cada brazo, y fue ahí que tomé
la decisión de que tenía que huir”.
José tenía un pedazo de papel con el número de teléfono de su madre,
que comenzaba con “713”, el código de área de Houston. Sólo con ese dato
y con apenas trece años de edad, se embarcó en un viaje infernal hacia
el norte para reunirse con su madre. Se estima que unas 500.000 personas
viajan en trenes de carga desde América Central, y a través de México,
con la esperanza de llegar a la frontera con Estados Unidos. Sonia
Nazario es periodista y ganó un Premio Pulitzer por su trabajo sobre la
problemática de la inmigración. Sus informes fueron publicados en el
libro: “La Travesía de Enrique: La arriesgada odisea de un niño en busca
de su madre”. El libro cuenta la historia de otro muchacho que huyó de
su hogar, una historia similar a la de José. Nazario reconstruye la
travesía de este muchacho, Enrique, en especial, el arriesgado viaje en
los trenes que tanto él como José utilizaron para dirigirse al norte, a
los que con frecuencia se conoce como “La Bestia”.
Si logran atravesar todo eso, los niños tienen aún que enfrentarse a
una frontera estadounidense cada vez más militarizada y a los llamados
“coyotes”, delincuentes o contrabandistas que ofrecen atravesar la
frontera a cambio de pagos exorbitantes. José fue atrapado y retenido en
un centro de detención de Harlingen, Texas, durante dos meses. Las
condiciones en las que lo mantenían resultan impactantes: “Solamente se
nos permitía ver la luz del día durante una hora a la semana y solamente
se nos permitía beber agua tres veces al día".
Las experiencias de José Luis Zelaya, vividas hace más de doce años,
resultan relevantes actualmente, en un momento de gran afluencia de
niños no acompañados que cruzan la frontera entre México y Estados
Unidos. En lo que va del año 2014, según informes de la Oficina de
Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, más de 47.000 niños
que viajaban solos fueron detenidos tras haber cruzado la frontera, casi
el doble de la cantidad registrada durante todo 2013 y casi cinco veces
más que la cifra correspondiente a 2009. La oficina del Alto
Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados publicó un estudio el
pasado mes de marzo titulado “Niños en fuga”, que reafirma lo que,
según Sonia Nazario, lleva a estos miles de niños a huir hacia el norte
solos: “Las razones por las que vienen los niños son, en primer lugar,
huir de la violencia, y en segundo lugar, la necesidad de reunirse con
uno de sus progenitores, en la mayoría de los casos las madres, que se
fue sin ellos, dejándolos en su país de origen con una tía o abuela”.
Este incremento sin precedentes en la cantidad de niños que cruzan la
frontera solos ha provocado algunas acciones por parte del gobierno
federal. El Fiscal General, Eric Holder, anunció la semana pasada que
destinaría dos millones de dólares a la contratación de abogados y
asistentes legales que ayuden a los niños a sortear el laberinto legal
de la detención de inmigrantes. Nazario afirma que eso está lejos de ser
suficiente, y considera que a estos niños debería otorgárseles la
condición de refugiados: “Esto no es un debido proceso. Considero que
evaluamos un país en función del trato que brinda a los niños. Y le
pedimos a estos niños que hagan algo imposible: que defiendan su derecho
a estar aquí. No todos podrán quedarse, pero debemos otorgarles un
debido proceso. Y lo que hizo Eric Holder es un buen primer paso, pero
en verdad es simbólico. Es necesario que de un paso más y consiga la
participación de muchos más abogados".
Sonia Nazario prevé que el próximo año ingresarán a Estados Unidos
mucho más de 100.000 niños no acompañados, que huyen desde sus países
hacia el norte para evitar la violencia y la guerra del narcotráfico,
las pandillas y la pobreza sistémica, exacerbada por los tratados de
comercio injustos y por la política relativa a estupefacientes de
Estados Unidos. Estos valientes niños están tratando de salvar sus
vidas. Nuestra tarea en Estados Unidos es encontrar soluciones para los
asuntos vinculados a las políticas que los obligan a huir.
© 2014 Amy Goodman
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