Amy Goodman
Varsovia, Polonia — La conferencia sobre cambio climático de las
Naciones Unidas de este año se está desarrollando en Varsovia, una
ciudad llena de historia. Aquí se encuentra el principal monumento
erigido en homenaje a Nicolás Copérnico, el famoso astrónomo polaco que
postuló por primera vez que la Tierra gira alrededor del sol y no al
revés. El aeropuerto de Varsovia lleva el nombre Frederic Chopin, en
honor al brillante compositor que vivió aquí. La pionera de la ciencia
de la radiación, Marie Curie, la primera mujer en ganar un Premio Nobel
(ganó dos, de hecho), nació aquí.
Aquí también fue el lugar donde estuvo el Gueto de Varsovia, uno de
los más horribles símbolos del Holocausto, donde cientos de miles de
judíos permanecieron encerrados antes de ser trasladados al campo de
exterminio de Treblinka y otros campos de concentración nazis, donde
fueron asesinados. En medio del terror de la ocupación Nazi, los judíos
del gueto se alzaron en un valiente acto de autodefensa. Más tarde,
inspirados por el levantamiento del gueto, los habitantes no judíos de
Varsovia también se alzaron y lucharon durante dos meses antes de ser
finalmente derrotados por las fuerzas de ocupación alemanas. Al
finalizar la Segunda Guerra Mundial, 6 millones de polacos, la mitad de
ellos judíos, habían sido asesinados y un ochenta y cinco por ciento de
la ciudad de Varsovia estaba en ruinas.
En este preciso lugar se está desarrollando la 19a Conferencia de las
Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio
Climático (CMNUCC), denominada COP
19. Miles de negociadores de los 198 países miembros de la Convención
caminan con prisa a través de los corredores de tela provisorios
instalados en el campo del Estadio Nacional, al igual que representantes
de numerosas organizaciones no gubernamentales y miembros de la prensa.
La cumbre de este año tiene una característica diferente: el auspicio
de las empresas.
“Esta probablemente sea la conferencia sobre cambio climático con
mayor presencia de las empresas que jamás hayamos visto", me dijo Pascoe
Sabido. "Esto no significa que en las anteriores no haya habido una
gran influencia de las empresas. Sin embargo, lo que es diferente esta
vez es el nivel de institucionalización, el grado en el que el Gobierno
polaco, la ONU y la convención misma, han
recibido a las empresas con los brazos abiertos y han alentado su
participación”. Sabido trabaja en la organización Corporate Europe
Observatory, que publicó un folleto denominado “Guía de la COP
19 sobre el lobby empresarial: delincuentes climáticos y complicidad
del Gobierno polaco”. Algunas de las grandes empresas presentes en esta COP
19, afirma Sabido, son “General Motors, conocida por financiar a grupos
de investigación que niegan el cambio climático, como el Heartland
Institute de Estados Unidos y está también BMW, que está haciendo cosas similares en Europa, en un intento por debilitar las normas sobre emisiones”. El logo de LOTOS Group, la segunda principal empresa petrolera polaca, aparece en los 11.000 bolsos entregados a los delegados.
Polonia, cuya principal fuente de energía es el carbón, organizó una
conferencia paralela junto con la Asociación Mundial del Carbón,
denominada Cumbre Internacional del Carbón y el Clima. La Secretaria
Ejecutiva de la COP 19, Christiana Figueres,
provocó la ira de muchos activistas por el clima al pronunciar el
discurso inaugural de la conferencia de la industria del carbón. Fuera
de la cumbre, los activistas de Greenpeace colgaron una gran pancarta
con los colores de la bandera polaca en la fachada del Ministerio de
Economía. La pancarta decía: “¿Quién manda en Polonia: la industria del
carbón o la gente?”. En el techo del edificio, otros activistas
desplegaron una pancarta con la leyenda: “¿Quién manda en el mundo: la
industria de los combustibles fósiles o la gente?”. Mientras tanto, en
la plaza que se encuentra abajo, cientos de personas se manifestaban en
contra del carbón en una procesión denominada “Cough 4 Coal” (Tos por el
carbón) en la que había dos grandes pulmones inflables, que
representaban los efectos nocivos del carbón en la atmósfera y en la
salud humana.
Mientras que en el Estadio Nacional las negociaciones se iban
diluyendo, los activistas gritaban al unísono: “¿Dónde está el
financiamiento?”. Los países ricos prometieron brindar apoyo financiero a
los países en desarrollo para que realicen la transición hacia fuentes
de energía renovables (mitigación) y para que puedan hacer frente a los
efectos del cambio climático (adaptación). Oxfam calcula que, hasta el
momento, este fondo ha recaudado tan solo 7.600 millones de dólares, muy
por debajo de la cifra prometida de entre 30.000 y 100.000 millones de
dólares. No se trata de caridad, los contaminadores deben pagar. Hablé
con el principal negociador sobre cambio climático de Filipinas, Yeb
Saño, en el noveno día de su huelga de hambre, que comenzó el día en que
se inauguró la COP 19. Saño me dijo: “Estados
Unidos, que es responsable de al menos un 25% de las emisiones totales,
tiene una gran responsabilidad, una responsabilidad moral de combatir
el cambio climático, no solo a nivel nacional, sino también de brindar
apoyo a los países en desarrollo”.
La destrucción causada por el tifón Haiyan es un crudo telón de fondo
de las negociaciones en Varsovia. Yeb Saño se enteró de que su hermano
sobrevivió al tifón al verlo en las noticias mientras ayudaba a juntar
los cuerpos de los muertos. La ciencia es clara: si las temperaturas
continúan aumentando, los eventos climáticos extremos se volverán cada
vez más frecuentes y más mortales. Luego de que Saño anunciara en un
emotivo discurso durante la sesión plenaria de la convención que había
decidido iniciar una huelga de hambre, varios estudiantes marcharon en
silencio junto a él mientras salía de la sala. Sostenían una pancarta en
homenaje a los muertos en Filipinas. Como consecuencia de su acto
espontáneo de solidaridad, se les prohibió asistir a las negociaciones
sobre cambio climático durante un año. Una estudiante que participó en
la acción, Clémence Hutin, de París, me dijo: “Para mí, la Cumbre sobre
Cambio Climático es un espacio democrático. No entiendo por qué la
sociedad civil no es bienvenida en la convención, pero las empresas sí
lo son”.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2013 Amy Goodman
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