miércoles, 13 de noviembre de 2013

Elecciones 2013: el resurgimiento de los movimientos de base

Amy Goodman

Los canales de noticias de cable no tardaron en informar acerca de la victoria arrolladora que le dio la reelección al gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie. Según las encuestas a boca de urna, Christie obtuvo una mayoría de votos del electorado femenino y latino, grupos que tradicionalmente votan a los demócratas. Los opinólogos están entusiasmados con Christie, ya que lo consideran la gran esperanza del Partido Republicano para ganar las elecciones presidenciales de 2016. Sin embargo, están perdiendo de vista la creciente corriente alternativa en la política estadounidense: los movimientos de base locales y estatales que están logrando cuestionar el sistema.


Si bien el triunfo de Christie era casi un hecho, necesitaba lograr una victoria arrolladora para lanzar su candidatura presidencial de cara a las elecciones de 2016. Aquí es donde entran en juego las elecciones especiales. En junio, el Senador Frank Lautenberg murió a los 89 años de edad. Christie ordenó que se realizaran elecciones especiales el 16 de octubre, tres semanas antes de las elecciones generales. La decisión les costó a los contribuyentes de Nueva Jersey alrededor de 24 millones de dólares de gastos electorales adicionales. Christie podría haber dejado a los electores definir la candidatura al Senado el mismo día que votaban para elegir gobernador y los otros cargos, y así hubiera ahorrado millones de dólares de los contribuyentes.

Cory Booker era el candidato favorito para ganar la banca de Lautenberg. Durante años, había sido el popular alcalde afroestadounidense de la ciudad de Newark y una figura en ascenso en el Partido Demócrata a nivel nacional. Como se trataba de un cargo federal, los candidatos al Senado debían aparecer en primer lugar en la papeleta de votación. El nombre de Booker probablemente hubiera convocado una gran afluencia de simpatizantes demócratas en las elecciones, y su posición a la cabeza de la papeleta de votación probablemente hubiera hecho que sus electores votaran a los demócratas para el resto de los cargos, lo que hubiese perjudicado a Christie. Sin embargo, al no estar Booker en la fórmula electoral, Christie obtuvo una mayoría considerable en la votación. Cuando lo cuestionaron con respecto al costo de la elección, Christie se jactó: “No sé cuál es el costo y, sinceramente, no me interesa”.

Lo que quizá sí les importe al gobernador Christie y a su partido son las importantes victorias que lograron los activistas progresistas en estas elecciones. En su propio estado, los electores apoyaron un aumento del salario mínimo (que Christie vetó), para aumentarlo de 7, 25 dólares a 8,25 dólares la hora, en función del aumento anual del costo de vida.

Del otro lado del río, en la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio fue electo alcalde. Se trata del primer alcalde demócrata en la ciudad en veinte años. “Los desafíos que tenemos por delante existen desde hace años, y los problemas que nos planteamos resolver no se solucionarán de la noche a la mañana”, afirmó de Blasio en su discurso de victoria que no pronunció en Manhattan, sino en Brooklyn. “Pero no se confundan, la gente de esta ciudad ha elegido la senda progresista”. De Blasio apoyó el movimiento Occupy Wall Street, fue arrestado por manifestarse contra el cierre de un hospital y promete aumentar los impuestos de la ciudad a los habitantes más ricos. “Cuando les pedimos a los más ricos de nosotros que paguen un poco más de impuestos es para financiar programas universales de educación preescolar y extracurricular. No estamos amenazando el éxito de nadie, sino que les pedimos a quienes les ha ido muy bien que se aseguren de que todos los niños tengan la misma oportunidad de que les vaya tan bien como a ellos”. En su gestión como alcalde, De Blasio contará con el apoyo de una mayoría del Concejo Municipal de la ciudad de Nueva York, en lo que nuestro compañero de “Democracy Now!” Juan González ha denominado “probablemente el gobierno más progresista de los últimos 50 años”.

Más allá de Nueva York y Nueva Jersey, los movimientos populares progresistas lograron buenos resultados en las elecciones estatales. En Colorado, los electores aprobaron un plan para establecer impuestos a la venta minorista de marihuana para fines recreativos, que se legalizó en el estado en el mes de noviembre. Los electores de las localidades de Denver, Boulder y Littleton (en Colorado) también votaron a favor de que la ciudad fije impuestos a la venta de marihuana, lo que consolidaría el paso de penalizar la marihuana a aceptar su uso generalizado. Tres ciudades del estado también votaron para prohibir la fracturación hidráulica, conocida como ‘fracking’. La fracturación hidráulica es el proceso de extracción de gas natural mediante perforación, que muchos afirman que contamina las corrientes de agua subterráneas y el aire, e incluso puede provocar terremotos.

Los ciudadanos de Portland, en Maine, fueron los primeros de la Costa Este de Estados Unidos en aprobar la legalización de la marihuana con fines recreativos. En el estado de Washington, los electores aprobaron un aumento considerable del salario mínimo de la mayoría de los trabajadores del aeropuerto Sea-Tac y de la industria hotelera que lo rodea, para fijarlo en 15 dólares la hora. Se prevé que esta medida presionará a la ciudad de Seattle a realizar un aumento similar.

Estas victorias electorales y otras similares surgen tras años de organización de los movimientos de base, que se ha vuelto mucho más importante en vista de la paralización del Gobierno federal. Sin embargo, el dinero de las empresas continúa dominando nuestro sistema electoral. También en el estado de Washington, un referendo popular para exigir el etiquetado de los alimentos que contienen organismos genéticamente modificados (OGM) no fue aprobado luego de que las empresas del sector de alimentos y agricultura invirtieran 22 millones de dólares en campañas en contra de la medida.

Los políticos responden a la presión. “Oblíguenme a hacerlo”, fue la célebre respuesta del ex Presidente Franklin D. Roosevelt al pedido del sindicalista y activista por los derechos civiles A. Philip Randolph que quería ayuda para los afroestadounidenses y la clase trabajadora. Barack Obama dijo lo mismo a los activistas. Bill de Blasio promete un programa progresista para la ciudad de Nueva York, pero la historia indica que sin presión popular constante, la clase dominante reafirmará su poder.

Las elecciones no deberían ser el fin de las campañas populares para exigir un cambio. Simplemente significan que una puerta está entreabierta. Depende de los movimientos de base, y no de las personas que son electas, si la puerta se abrirá de una patada o se cerrará de un portazo.

Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.

© 2013 Amy Goodman

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