Amy Goodman
Un nuevo evento climático extremo está afectando una de las
tradiciones más populares de Estados Unidos: el Día de Acción de
Gracias. Los meteorólogos de The Weather Channel han denominado a esta
tormenta de invierno “Bóreas”, en honor al antiguo Dios del viento norte
de la mitología griega, el portador del invierno. Se ha informado que
al menos catorce personas han muerto hasta el momento como consecuencia
de la tormenta y 58 millones han sido afectadas. Bóreas ha provocado
nevadas y lluvias heladas a lo largo del noreste de Estados Unidos en
los días de mayor tránsito del año. Los informes sobre el tiempo en la
televisión siguen todos el mismo modelo: el intrépido periodista aparece
de pie junto a una autopista nevada o en un aeropuerto donde los
pasajeros están varados. ¿Acaso no sería una buena idea aprovechar la
escena de los transportes que utilizan combustibles fósiles como excusa
para hablar del cambio climático? ¿Por qué no hablamos de cómo nuestro
estilo de vida, que depende tanto de actividades que emiten gases de
efecto invernadero, desde conducir automóviles hasta viajar en avión,
contribuye directamente a distorsionar el clima?
Los expertos del clima prevén que, a medida que aumente la
temperatura de la Tierra, los eventos climáticos extremos serán cada vez
más frecuentes y severos. El Centro Tyndall para la Investigación sobre
el Cambio Climático es una organización con sede en Gran Bretaña que
reúne a científicos y expertos para investigar, evaluar y comunicar las
nuevas realidades provocadas por el calentamiento global. Los
científicos del Centro Tyndall asistieron la semana pasada a la
conferencia sobre cambio climático de las Naciones Unidas en Varsovia,
Polonia. Kevin Anderson es el subdirector del centro. Si bien Varsovia
está a tan solo dos horas de avión de Manchester, Anderson prefirió
tomar el tren, por lo que viajó durante 23 horas.
“Las emisiones de dióxido de carbono provocadas por los aviones son
bastante emblemáticas de la vida moderna, en especial para el puñado de
personas ricas como nosotros, y simbolizan lo que hacemos día a día. No
pensamos dos veces sobre si generamos más o menos emisiones de carbono.
Creo que, hasta cierto punto, los científicos están haciendo un
excelente trabajo para mostrar la gravedad del problema, pero el
lenguaje que hemos utilizado no ha demostrado la gravedad del asunto a
los responsables políticos y eso puede verse claramente aquí. En las
grandes sesiones plenarias se puede escuchar a los ministros afirmar con
su retórica vacía: ‘Debemos hacer algo al respecto’. Son obviedades.
Podemos hablar durante horas, pero la ciencia ha demostrado que este
proceso está mal encausado”, sostuvo el Profesor Anderson.
La conferencia le brinda a un miembro de la delegación de jóvenes la
oportunidad de hablar ante la sesión plenaria. Este año, fue Marian
Hussein Osman, una joven activista somalí, originaria de Mogadiscio,
quien habló ante los presentes: “Si bien la existencia humana no es
negociable, ustedes hicieron una apuesta de 21 años con respecto a
nuestro futuro. En las últimas horas [de negociaciones], ministros y
delegados, les ruego que no permitan que Varsovia se convierta en otro
Copenhague. La avaricia y los intereses mezquinos de una minoría no
deberían despojarnos de lo que son indiscutiblemente nuestros derechos
humanos inalienables. En un momento en que nuestros hogares, nuestro
sustento e incluso la existencia geofísica están en riesgo, una mayor
ambición para combatir el cambio climático no es algo opcional, sino
fundamental”.
Poco antes de finalizar la cumbre, alrededor de 800 personas
abandonaron las negociaciones y declararon a la conferencia sobre cambio
climático de Varsovia la peor hasta la fecha. Llevaban carteles que
decían: “Los contaminadores hablan, nosotros marchamos”, debido a que
las negociaciones de la ONU en Varsovia
fueron, por primera vez, co-auspiciadas por las industrias del carbón y
el petróleo. Mientras cientos de activistas y representantes de ONG
se reunían en el hall del Estadio Nacional de Varsovia (donde se
desarrolló la cumbre sobre cambio climático) para abandonar la
conferencia, el director ejecutivo de Greenpeace Internacional, Kumi
Naidoo, tomó la palabra: “Tenemos un mensaje para nuestros líderes
políticos: entiendan que la naturaleza no es negociable. No podemos
cambiar la ciencia, sino que debemos cambiar la voluntad política.
Tienen la capacidad para hacerlo, y ya no pueden seguir postergándolo.
Deben comenzar a hacerlo ahora”.
Quienes abandonaron la conferencia también llevaban otro mensaje, la
palabra en español “Volveremos”, junto a la traducción al inglés: “We
will be back”. Jamie Henn, de 350.org, sintetizó el espíritu de la
acción de abandonar la conferencia y la promesa colectiva de quienes se
reunieron para fortalecer los movimientos de base a nivel mundial: “Creo
que el acontecimiento más importante en este momento es que algunas de
las ONG más grandes del mundo, como WWF,
Oxfam, Greenpeace, grupos que tradicionalmente han participado en este
proceso están diciendo ‘Necesitamos cambiar de táctica. Necesitamos
comenzar a pensar en la industria de los combustibles fósiles de otra
manera’. El mensaje de la camiseta dice: ‘Los contaminadores hablan,
nosotros marchamos’. Creo que haber salido de las negociaciones
demuestra que habrá un nuevo tipo de compromiso para realmente
enfrentarse a la industria de los combustibles fósiles, realizar
campañas de desinversión, oponerse a los oleoductos como Keystone XL.Nos
estamos dando cuenta de que para poder lograr un avance con respecto al
clima, no podemos simplemente asistir a las conferencias y pedir a los
líderes políticos que adopten medidas. Necesitamos enfrentarnos
directamente a la industria”.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2013 Amy Goodman
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