Amy Goodman y Denis Moynihan
La mayoría de las personas están convencidas de que el ser humano
está cambiando el clima para peor. Cada vez hay más pruebas que
demuestran el nefasto futuro que nos estamos forjando a nosotros mismos y
al planeta. Tendremos que soportar una mayor ocurrencia de eventos
climáticos extremos, como huracanes y grandes sequías, la extinción de
muchas especies y el grave problema de la escasez de alimentos a nivel
mundial. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio
Climático (IPCC) acaba de publicar su último
informe después de una reunión de cinco días celebrada la semana pasada
en Yokohama, Japón. El Panel, que está integrado por más de 1.800
científicos de todo el mundo, recopila, analiza y sintetiza los datos
científicos más sólidos y relevantes sobre el clima y otros asuntos
relacionados. El pronóstico no es alentador.
En la conferencia de prensa en la que se anunció el lanzamiento del informe, el presidente del IPCC,
Rajendra Pachauri, advirtió: “En la medida en que el mundo no adopte
medidas para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y el
cambio climático continúe aumentando, la estabilidad social de los
sistemas de vida humanos corre grave peligro”. Pachauri habla con la
disciplina de un científico y la cautela de un diplomático. Sin embargo,
el último informe es claro: “El cambio climático puede aumentar
indirectamente el riesgo de conflictos violentos como guerras civiles y
violencia entre comunidades”. El informe también subraya que el
abastecimiento mundial de alimentos, que ya es escaso, sufrirá las
consecuencias del cambio climático y que los sectores más vulnerables de
la población mundial serán los primeros en padecer hambre. Pero el
problema no se termina ahí.
El IPCC publicó su informe anterior, más
amplio, en 2007. Desde entonces, se duplicaron los hallazgos científicos
que demuestran que es un hecho irrefutable que el cambio climático es
provocado por el ser humano. Sin embargo, aún existen poderosos
negadores del cambio climático, financiados por la industria de los
combustibles fósiles. Oxfam, una organización no gubernamental que lucha
contra el hambre a nivel mundial, cuestiona a los negadores en un
informe publicado la semana pasada, denominado “Hambre y calentamiento
global: cómo impedir que el cambio climático haga fracasar la lucha
contra el hambre. Tim Gore, de Oxfam, afirma que “los poderosos
intereses económicos que actualmente están lucrando con este modelo
económico tan dependiente del carbono, empresas como Exxon, son los que
tienen más que perder con la transición hacia un modelo económico
alternativo, justo y de bajas emisiones de carbono”. Impertérrito,
ExxonMobil publicó su propio informe esta semana, tras el informe del IPCC,
en el que afirma que es “muy improbable” que las políticas para
combatir el cambio climático impidan que la empresa continúe produciendo
y vendiendo combustibles fósiles en el corto plazo.
Las empresas productoras de combustibles fósiles como ExxonMobil
ejercen una gran influencia en las políticas diseñadas para combatir el
cambio climático, en particular en Estados Unidos. Esta semana, la
Cámara de Representantes estadounidense aprobó una medida que obligaría a
la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica y a otros órganos
relacionados a no hacer caso del cambio climático y centrarse, en
cambio, en pronosticar un clima severo, pero sin mencionar las causas
probables. Mientras tanto, a nivel estatal, el Senado de Tennessee
aprobó un proyecto de ley que prohibe la inversión en determinadas
formas de transporte público. Según el grupo ThinkProgress, la medida
recibió importante financiamiento de los barones del petróleo Charles y
David Koch. La influencia política de personas como los hermanos Koch
probablemente se vuelva más directa tras el reciente fallo de la Corte
Suprema en el caso McCutcheon contra la Comisión Federal Electoral que
elimina el tope establecido de donaciones personales que pueden recibir
los candidatos políticos.
Uno de los autores del informe del IPCC, el
climatólogo bengalí Saleemul Huq, lo explicó de la siguiente manera en
el programa Democracy Now!: “Las empresas de combustibles fósiles son
las que abastecen de droga al resto del mundo, que es adicto y
dependiente de los combustibles fósiles. Sin duda, vamos a tener que
poner fin a nuestra adicción a los combustibles fósiles. Vamos a tener
que dejar de depender de ellos si queremos una verdadera transición y
evitar el tipo de aumento de la temperatura que mencionó, de hasta 4
grados Celsius. La única respuesta es abandonar el uso de los
combustibles fósiles”.
Ese es el punto central de la crisis: los países que son los mayores
contaminadores están obstruyendo un acuerdo vinculante a nivel mundial
para combatir el cambio climático. En las negociaciones sobre cambio
climático de las Naciones Unidas se pusieron de acuerdo con el resto del
mundo, en principio, en limitar las emisiones de gases de efecto
invernadero a niveles que permitirían un aumento de la temperatura del
planeta de tan solo dos grados Celsius. Sin embargo, los científicos
afirman que esa meta se está volviendo cada vez más difícil de alcanzar y
que afrontamos un aumento de la temperatura de 4 grados Celsius.
El catedrático de la Universidad de Princeton Michael Oppenheimer, otro de los autores del informe del IPCC,
me dijo: “No se trata solamente de un problema para el resto del
mundo…Tomemos, por ejemplo, el Huracán Sandy. Recordemos lo difícil que
fue hacer frente a la tormenta. Así son las tormentas de hoy en día.
Pensemos en lo que sucederá en los próximos 10, 20 o 30 años cuando
aumente el nivel del mar y las tormentas, en la mayoría de los casos,
sean más intensas”.
“Estados Unidos es adicto al petróleo”, afirmó el ex Presidente
George W. Bush, un petrolero frustrado, durante el discurso sobre el
Estado de la Unión en 2006. La clase política estadounidense está
nadando en el dinero proveniente de los combustibles fósiles, que está
ahogando la democracia. El cambio provendrá de las organizaciones de
base, de los movimientos sociales, como el movimiento estudiantil que
está presionando a los fondos de las universidades para que retiren sus
inversiones de las empresas de combustibles fósiles, de las luchas
comunitarias locales contra la fracturación hidráulica y de la creciente
campaña de acción directa no violenta para impedir la construcción del
oleoducto Keystone XL.
© 2014 Amy Goodman
No hay comentarios:
Publicar un comentario