Amy Goodman y Denis Moynihan
Mientras la intervención militar del Presidente Barack Obama en Siria
parece haberse postergado por el momento, llama la atención que el
Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, se haya reunido el
11 de septiembre con uno de sus predecesores, Henry Kissinger,
supuestamente para hablar de la estrategia de las próximas negociaciones
sobre Siria con funcionarios rusos. La reunión entre Kerry y Kissinger y
la oposición pública al ataque a Siria, que ambos apoyan, deberían
mirarse a través del espejo de lo sucedido el 11 de septiembre, pero de
1973.
Aquel día, hace 40 años, el presidente democráticamente electo de
Chile, Salvador Allende, fue derrocado violentamente mediante un golpe
de Estado que contó con el apoyo de Estados Unidos. El General Augusto
Pinochet asumió el control del país y dio inicio a diecisiete años de un
régimen militar de terror, en el que más de 3.000 chilenos fueron
asesinados y desaparecidos, alrededor del mismo número de personas que
murieron el 11 de septiembre de 2001. Allende, que era socialista,
contaba con mucho apoyo popular en su país, pero sus políticas eran el
anatema de las élites de Chile y Estados Unidos, por lo que el entonces
Presidente estadounidense, Richard Nixon, y su Secretario de Estado y
asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger, apoyaron el intento de
derrocarlo.
El papel que desempeñó Kissinger en la planificación del golpe de
Estado en Chile en 1973 queda más claro a medida que pasan los años y
surgen nuevos documentos, que el propio Kissinger intentó mantener en
secreto. Peter Kornbluh, de la organización sin fines de lucro National
Security Archive (Archivo de Seguridad Nacional), ha revelado las
pruebas durante años, y recientemente actualizó su libro “Pinochet: los
archivos secretos”. Kornbluh me dijo que Kissinger “fue el principal
responsable de idear la política para derrocar a Allende e incluso de
apoyar a Pinochet y las violaciones de los derechos humanos que
ocurrieron durante su régimen”. Afirmó que Kissinger “presionó a Nixon
para que asumiera una política agresiva, pero encubierta, para lograr
derrocar a Allende, desestabilizar su capacidad de gobernar y generar lo
que Kissinger denominó 'un clima golpista'”.
El régimen de Pinochet fue violento, represivo y un aliado cercano de
Estados Unidos. Pinochet formó alianzas con otros regímenes militares
de América del Sur, que crearon el “Plan Cóndor”, una campaña de
terrorismo de Estado y asesinatos coordinados en Argentina, Bolivia,
Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. El Plan Cóndor incluso llegó a las
calles de Washington D.C. cuando, el 21 de septiembre de 1976, el ex
embajador chileno en Estados Unidos durante el gobierno de Allende,
Orlando Letelier, fue asesinado junto a su asistente, un ciudadano
estadounidense llamado Ronni Moffitt, en un atentado con coche bomba
perpetrado por la policía secreta de Pinochet en la zona de las
embajadas, a apenas unas cuadras de la Casa Blanca.
Finalmente, tras la creciente condena mundial y la resistencia no
violenta dentro del país, el régimen de Pinochet se vio obligado a
realizar un plebiscito en el que se decidiría si Pinochet debía
continuar como dictador en Chile. La población rechazó al gobierno de
Pinochet con un “NO” rotundo, y dio paso a la actual era democrática en
Chile.
Al menos dos ciudadanos estadounidenses fueron asesinados durante el
golpe de 1973. Charles Horman y Frank Teruggi viajaron a Chile para ser
testigos de la experiencia democrática que se estaba desarrollando en el
país. Trabajaban como escritores y periodistas. Su secuestro y
asesinato por parte de las fuerzas de Pinochet, con la posible
colaboración del Gobierno estadounidense, fueron representados en la
película “Desaparecido” del director Costa Gavras, con Jack Lemmon y
Sissy Spacek como protagonistas. En Chile, la película “Desaparecido”
fue prohibida por el régimen de Pinochet. Con motivo del 40 aniversario
del golpe de Estado, la viuda de Charles Horman, Joyce Horman, realizó
una ceremonia conmemorativa en la ciudad de Nueva York. El evento fue
organizado por la fundación Charles Horman Truth Foundation y atrajo a
cientos de personas, muchas de las cuales formaron parte del Gobierno de
Allende, perdieron familiares durante la dictadura, o se vieron
obligadas a exiliarse de Chile durante aquellos terribles años.
Entre los asistentes estaba Juan Garcés, un ciudadano español que fue
asesor personal del Presidente Allende. Garcés estaba con Allende en el
Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973. Poco antes de que el
palacio fuera bombardeado por la fuerza aérea, Allende acompañó a Garcés
a la puerta y le dijo que saliera y le contara al mundo lo que había
sucedido aquel día.
Allende murió durante el golpe, y Garcés apenas logró escapar de
Chile con vida. Años después presentó una denuncia penal contra
Pinochet, y finalmente logró que se lo arrestara en Gran Bretaña en
1998, donde Pinochet permaneció detenido durante 504 días. Si bien
finalmente Pinochet pudo regresar a Chile, más tarde fue procesado allí y
tuvo que afrontar un juicio y la prisión. Murió en 2006 bajo arresto
domiciliario a los 91 años de edad.
Hoy en día, Juan Garcés considera que hay alarmantes similitudes
entre la represión en Chile y las actuales políticas estadounidenses:
“Realizan entregas extraordinarias, ejecuciones extrajudiciales. Tienen
centros de detención secretos. El recurso de habeas corpus es ineficaz.
Me preocupa mucho que los mismos métodos que se utilizaron en Chile
durante la dictadura, con el conocimiento y el apoyo del Gobierno de
Nixon y Kissinger, ahora se estén utilizando en muchos países, con otra
excusa, con el apoyo de Estados Unidos. Considero que es algo muy
peligroso para todos”.
En lugar de reunirse con Kissinger para buscar asesoramiento, John
Kerry debería apoyar la paz y consultar a personas como Garcés, que han
dedicado su vida a luchar por esa causa. El único motivo por el que se
debería buscar a Henry Kissinger es para llevarlo ante la justicia, al
igual que Pinochet.
© 2013 Amy Goodman
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