domingo, 15 de septiembre de 2013

Olvido calculado

Por Víctor Hugo Álvarez
Desde hace algún tiempo se viene hablando  en Honduras del rescate de la memoria histórica del país, como un paso importante para conocer la procedencia y llegar a un hoy que nos sirva de fundamento para la planificación del futuro como nación. Es un  afán lento por buscar las raíces de nuestra identidad como nación.
Pese a esos esfuerzos, es curioso, pero damos la impresión de padecer de amnesia o evitamos a toda costa las reminiscencias y deseamos agotar la existencia en el hoy, sin pensar un poco en el mañana.
Esto lo hemos observado en distintos círculos de amistad, familiares y aún en la propia academia donde las clases de historia resultan tediosas para los estudiantes, igual  todas aquellas materias que se relacionen con ella.
La mayoría de nuestros jóvenes desconocen nuestra historia como nación y me atrevo a decir que ni siquiera conocen la trayectoria de su propia familia. Hay una sensación extraña cuando uno le pregunta a un joven ¿qué tal te fue en los exámenes? Y la respuesta es “más o menos” o cuando viene la  interrogante y qué vas a hacer mañana: “no sé”.  Concrete  usted acuerdos con los muchachos o con las muchachas  y cuando pregunte por qué no los cumplieron oirá: “se me olvidó, no pude, no depende de mí, ¿porque sólo saben reclamar?”. Son frases claves que revelan cómo se calcula a jugar al olvido, para ocultar la indiferencia u otras intenciones encubiertas.
Vivimos en medio de una generación desmemoriada, que evita  asumir acciones que los comprometan y les exijan cumplimientos. Aparentemente hay temor ante todo, para tomar incluso las responsabilidades inherentes al crecimiento personal.
Con una generación así, el futuro del país será siempre incierto y ello abre espacios para que la irresponsabilidad siga campeando en Honduras y quienes dirigen el país y aspiran a hacerlo,   cometan atropellos que son cubiertos por la indiferencia de las mayorías en este caso los jóvenes que son el segmento dominante en nuestra población.
Hace pocas semanas, vimos el espectáculo que se montó en el Congreso Nacional para elegir al nuevo Fiscal General y el Adjunto. Incluso minutos antes de conocer  a los elegidos, no faltaron entre los electores expresiones como el “no se todavía cómo van a quedar las cosas”, aunque sí se sabía  y fue notorio el temor porque se eligieran ambos funcionarios tres meses después de asumir el nuevo gobierno que surja de las elecciones de noviembre próximo.
Tras las candilejas y los entretelones del show, las maquinaciones ya estaban armadas y en un saz se eligió a ambos funcionarios. Nuevamente campeó la amnesia computarizada pues el ahora fiscal general antes fue juez de la Corte Constitucional y fue el único de ese tribunal que no falló en contra de las ciudades modelos y de otras legislaciones que se sometieron al debate de ese Tribunal por considerarlas inconstitucionales.
Los demás magistrados sí cometieron la desobediencia de votar en contra de esas leyes sometidas a su consideración y en la madrugada del 12 de diciembre de 2012, fueron suspendidos de un plumazo de sus cargos acusándolos de tantas cosas como fue posible.  Todo esto amparado en la mayoría calificada en el Congreso.
Los argumentos para semejante desaguisado fueron y vinieron, muchos quizás por la amnesia de la cual hablamos no lo recuerdan, pero de aquella violación a la Constitución apenas quedó un leve recuerdo, casi imperceptible para la ciudadanía y para los comodines diputadiles. Nuevamente surgió esa sensación de estar en cuerda floja, sin memoria, sin identidad. Pero fríamente calculada.
Nadie mencionó esos sucesos la noche en que se eligió al nuevo Fiscal, pues la entretención estaba en cuántos diputados liberales acatarían el pedido del candidato de su partido para oponerse a la elección o cuánto dinero se manejaba para comprar conciencias.
Hubo de todo hasta crear un clima de incertidumbre que se fue despejando en la madrugada, hasta quedar claro lo que aparentemente estaba en la penumbra.
En ese vaivén de circunstancias entró nuevamente el juego del olvido calculado, y aún ahora, seguimos  retozando con tiempos fatales  en los cuales los electos han anunciado acciones concretas  para mejor el actuar de la Fiscalía y al menos iniciar investigaciones reales sobre crímenes emblemáticos en el país.
La pregunta es: ¿Hay de veras una intención concreta para mejorar la labor de la Fiscalía como defensora de los intereses del pueblo hondureño y pilar fundamental en la recta aplicación de la justicia en el país?
La respuesta está como en “veremos”; “más o menos”, “tal vez intenten” o sencillamente “no sé” o “no les nace”, pero  “a lo mejor, lo procuraré”.
 

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